martes, 30 de marzo de 2010

PRIMERA PARTE


Mi nombre es Auro Sturlok

(Por Indomable Errante)



La fiesta sólo había empezado en “Noche Azul”, un extraordinario local de copas nocturno exclusivo a personas influyentes y altos cargos de la política. Noche Azul era el lugar perfecto para evadirse o bien para corromperse si algún político, policía o periodista no lo había hecho ya. La droga, la prostitución y los negocios más oscuros transcurrían todos los fines de semana allí.


Haría ya veinte minutos desde que su jefe había salido a recibir una extraña llamada junto a su escolta. El camarero lo había solicitado, al parecer la llamada era de vida o muerte, sin embargo, los cuatro habían desaparecido entre el tumulto de la gente y la espera estaba inquietando a Ermist, un policía corrupto que trabajaba para varios capos de la droga.

Las gotas del fluido vital resbalaban por su cuchillo, un corte perfecto en la yugular había sesgado la vida a un hombre. Los brazos del asesino dejaron caer suavemente el cuerpo inerte hacia la oscuridad del callejón que lindaba con el local, cerca de los otros tres hombres que yacían inertes compartiendo así el mismo destino. La macabra escena armonizada por la música del local hizo que una sonrisa dibujara el rostro del asesino, el cuerpo de éste se movía al compás de la música como si una parte de él estuviera ligada a sus notas, todo ello mientras limpiaba el cuchillo y lo guardaba en uno de los bolsillos de la chaqueta. -A este tema lo llamaré muerte en el callejón, se decía aún envuelto por los compases finales de la obra musical. Pronto tendría que salir a escena y así hacer gala de su coartada, no antes sin derramar una lágrima por el final.

Ermist aprovecharía el gentío para salir del local, algo no andaba bien y sabía que un error en sus cálculos podría acabar con su corta carrera, pero en el preciso instante de su retirada el presentador de la gala mandó sentarse a las personas de la sala. –Maldito presentador-.
-¡Señores y señoras!, esta noche ante nosotros, un hombre muy especial, ¡un genio! diría para ser más exacto, ¡con ustedes el compositor Auro Sturlok! creador de este tema que acabamos de escuchar…y todos esperamos que de muchos más-.

Todos me aplaudían, sus rostros fácilmente legibles se preguntaban cómo había logrado emocionarles, llevarles a lugares que jamás hubieran visitado, todos se habían puesto en pie, yo les había proporcionado una puerta hacia lo desconocido, les había dado paso a mi mundo, y ellos habían aceptado mi invitación.
Este era el principio, el principio de Auro Sturlok.


Yo

(Por Jairo, Errante Empedernido)



Me encantaban éstos días. Había conocido a Auro Sturlok hacía sólo unos meses, sin embargo su persona y música me habían cautivado. En esa época me estaba habituando a la ciudad de Aeneas y entonces, apareció él, un sencillo pianista con un gran porvenir. Llevaba ya abierto medio año “La Noche Azul”, excelente idea, que bajo la tapadera de discoteca en un principio, trabajaba por el bien de mi comunidad; corrupta. Más adelante dejé de esconder mis intenciones y el local se fue convirtiendo en un lugar más elegante e interesante. Tal fue mi sorpresa cuando Auro Sturlok me enseñó una obra suya. Inmediatamente le sugerí estrenarla, deseaba una fiesta que me evadiese de mi rutina. En apenas una semana todo estaba listo para que toda persona trajeada pudiese entrar, excluyendo a la horrorosa plebe de acto tan exclusivo. Éstos días eran ocasiones perfectas para eliminar la competencia.
Con esa intención contraté a Ermist, un indefenso policía corrupto deseoso de poder pero carente de inteligencia. Conocía su aversión por Lock, un camello con pocos deseos de grandeza y por ello con mucho mercado. Ermist había investigado a Lock pero como ya dije, carecía de inteligencia y sólo le valió la salida del cuerpo hacía ya un tiempo. Así, con un objetivo común los dos salimos ganando esa noche.
Ahhhm…. Así eran interesantes mis días si no, no eran más que rutina. Cuando la prostituta gritó traté de sorprenderme. De algo había servido mis deseos infantiles de dedicarme al teatro.


Favores Debidos

(Por Kiaramant, Escribano Errante)



Otra soleada mañana en mi placentera vida, como el resto de los días anteriores tampoco tenía nada que hacer salvo ir a pescar, la pequeña ciudad pesquera de Burinia ya no era lugar para mi, mis habilidades como investigador privado se estaban empezando a oxidar de no usarlas y lo que era más preocupante mis ahorros estaban empezando a llegar a su fin. Guardé algunos trastos en el maletero de mi viejo descapotable, llené el tanque de gasolina y puse rumbo a la ciudad de Aeneas, donde algunos cargos importantes me debían algún favor de mi época dorada como investigador.

Llegué por fin a mi destino, a pesar de las anchas calles el tráfico de éste lugar era matador, me dirigía a la antigua pensión “El Gato Dormilón” que a pesar de su aspecto deteriorado por el nefasto paso del tiempo, para mí era el lugar más mágico de ésta ciudad y si en algún momento un investigador como yo quería sonsacar información, sin duda alguna es el lugar más propicio para conseguirlo. Alquilé una habitación para unos cuantos días. Una vez acomodado en mi habitación realicé algunas llamadas hasta que por fin el concejal Méndez me hablo de un lugar llamado “Noche Azul” que sería el lugar donde se realizaría la presentación de la obra de un músico, a la que acudiría la clase alta del lugar y a la cual yo sería invitado.

Por fin la fiesta había comenzado, la gente iba llegando y el lugar cada vez estaba más repleto. Encendí un cigarrillo y me puse a saludar a algunos viejos amigos, quedé sorprendido al ver como las drogas y la prostitución eran con permiso del músico los invitados estrella de la fiesta. Por fin comenzó a sonar la obra del músico, ésta era triste y melancólica a más de un presente le resbalaba alguna lágrima por la mejilla; cuando la obra finalizó, el presentador llamó al genio de la noche, "Auro Sturlok", a que subiese al escenario. Sturlok comenzó a contar a los presentes el porqué de "Muerte en el Desván" y todos estábamos fascinados al comprobar cómo al genio se le había ocurrido semejante maravilla; cuando de pronto algo desvió la atención de toda la sala, una prostituta gritaba desesperada algo referente al callejón cercano a la discoteca.


Mal Augurio

(Por Viator, Mensajero Errante)



El “Noche Azul”, famoso local reservado para la gente más influyente de la ciudad, daba una fiesta aquella noche, un artista revelación o algo así, lo cierto es que estas fiestas se daban a menudo y sea cual fuere la excusa, el motivo real era siempre el mismo: Negocios, por tanto la presencia de mi señor, como líder de la Yakuza que controla el lado este de la ciudad, era obligatoria. Era una noche apacible, con los negocios fluyendo distendidamente entre la neblina formada por el humo de los cigarrillos, cuyo olor se fundía con el del alcohol y de los perfumes baratos de las furcias que agasajaban a sus clientes con una dedicación casi devota, ¡cómo detesto ese olor!, ¡cómo las detesto a ellas!. Pese a la tranquilidad de la velada y que estas fiestas se consideran territorio neutral para las mafias, permanecía con el rostro firme y el cuerpo en tensión, aquel día había habido lluvia con sol, un mal augurio y no iba a permitirme la deshonra de que le pasase algo a mi señor por estar yo distraída como los demás sicarios. Uno de ellos, de otra Familia con la que teníamos buen trato se me acercó claramente ebrio -oye Nieve (así me llaman los occidentales o Kaijin, traduciendo a su lengua mi nombre, Yuki), ¿por qué no te diviertes con nosotros?- no me molesté en mirarle, al hablar su aliento me produjo náuseas, pero me mantuve fría y le fulminé con la mirada cuando se agachó para encontrar mis ojos -Vente, sé una mujer por una vez- me dijo yendo a acariciarme el largo cabello que llevaba sobre un hombro. Tan rápida como una serpiente luxé su mano y el dolor lo forzó a torcerse, no apreté mucho, lo justo para hacerlo sufrir sin llamar la atención, pero entonces sentí la mirada airada de mi señor a mi lado, inmediatamente solté a mi presa e incliné levemente mi cabeza como disculpa primero a él y luego al ofendido que se alejó murmurando “maldita albina de ojos rasgados”. Comenzó a sonar una canción, una melodía triste que pese a mi recia entereza logró penetrar en mi espíritu y arrancarme una lágrima de amargura surgida de las profundidades de mi memoria, sólo al acabar la pieza fui libre de la hipnótica presa a la que el piano me había sometido, no sólo a mí, sino a todos los presentes. Me sentí como si despertara de un sueño, sobresaltada por la repentina subida de las luces y la voz del presentador que irrumpía en el escenario para llamar al maestro de la obra. Maldije en silencio mi debilidad mientras volví a concentrarme en mi vigilancia, apenas un instante después los gritos de una prostituta interrumpieron la velada, alguien había muerto. Como yo, todos los escoltas se apresuraron a proteger a sus señores, todos con las manos sobre sus armas pero ninguno se atrevió a desenfundar. El mal augurio se había cumplido, la muerte de un señor de la mafia durante un acto neutral sólo significaba una cosa, malos tiempos.


Buenas ojeras para una noche importante

(Por Alea, Poetisa Errante)



Caminaba por un sendero hacia el descampado que había detrás de la iglesia principal de Aeneas, había empezado el camino con dos más, pero se habían esfumado mientras intentaba comprender cómo había oscurecido tan pronto y ya no se veía la ciudad al fondo. Me angustié al girarme y darme cuenta que ni siquiera la torre de la iglesia se veía, pero quedé totalmente petrificada cuando volví mi vista hacia delante y tras la momentánea ceguera que produjo el fuego cercano, pude verme a mí misma mirándome cabizbaja desde el interior de las llamas. La imagen que era yo misma me sonrió y de pronto se esfumó explotando en cenizas. Sentí un golpe en la cabeza y un zumbido que no acababa, un sonido ensordecedor que me perturbaba, intenté reaccionar, ver de dónde provenía esa tormentosa campana que martillaba mi cerebro. Intenté abrir los ojos pero… el sonido paró y una voz… -¿Gabriela? Eh nena, que son ya las 5 de la tarde ¿aún en la cama? Nena, si estás será mejor que lo cojas… ¡tengo un notición! Solo diré…-.

Abrí los ojos de golpe y me abalancé sobre el teléfono que también estaba tirado al lado mío en el suelo y no en la mesita de noche, que estaba volcada sobre mi cabeza. -Emm… ¿sí?– Respondí mientras me apresuraba a cerrar las cortinas de mi destartalado pero panorámico piso, situado en el centro de la ciudad con régimen de alquiler por un módico precio de varios billetes grandes, doscientas cucarachas y un ratón, que hacía las veces de chacha.
Mientras Kron parloteaba al otro lado del teléfono sobre la inminente llegada de su ídolo Auro Sturlok y que ya había conseguido dos invitaciones VIP para su presentación en “Noche Azul”, yo me miraba al espejo, con la temblorosa luz de un bombillo a medio fundirse, y pensaba “oh que bien, buenas ojeras para una noche tan importante”. Qué asco de vida, de piso, de trabajo… -¿Para eso me has despertado, Kron? Si eso no empieza hasta las diez… mmm vale, vale, estaré a las 8 ahí- Colgué y abrí el agua caliente, una ducha arreglaría lo que las 3 horas de sueño habían terminado de empeorar. Iba a ser una noche completa… primero reunión con el Clan y luego un concierto.
Había llegado tarde a la reunión, me había quedado dormida en la bañera y quizá tardase una media hora de más arreglándome para la ocasión, en eso y buscando la libreta del trabajo, siempre perdida debajo de pilas y pilas de ropa dentro del pequeño armario de madera al que le faltaba una puerta. Cuando llegué a “le Antique maison” ya Kron hacía una hora que se había marchado a hacer cola a las puertas del dichoso local y los demás ya se estaban despidiendo entre risas y miradas divertidas. Después de todo no había sido una “reunión” exactamente sino algo más… distendido, por decirlo de alguna manera. Escuché a Carla gritarme desde lejos que no habían dejado nada para mí, así que me dispuse a volver al coche no sin antes saludar con una leve inclinación de cabeza a Mateo, quien estaba en la puerta, como siempre, despidiendo a los invitados.


Mis pasos sonaban estrepitosamente por la callejuela en donde había logrado conseguir aparcamiento, había llovido y las botas de cuero atadas hasta las rodillas impedían el paso del frío que más arriba helaba mis muslos, sabía que aquella minifalda, también de cuero, no haría mucho contra el viento helado y mucho menos la delicada camisa de terciopelo atada tras el cuello, pero sin mangas y con la espalda descubierta. Mi muñequera preferida, de cuero y con pinchos de metal, completaba el vestuario. Es muy interesante como te ve la gente cuando vas vestida así, con las uñas pintadas de negro al igual que los labios y los ojos, y en mi caso con dos coletas a los lados recogiendo mi cabello azabache, demasiado liso y a la vez demasiado ondulado…


Al fondo ya podía ver la puerta trasera del local, de la cual salía una luz azul que me hacía parecer aún más pálida. Escuché aplausos y gritos -Oh, oh…– susurré mientras buscaba el móvil para ver la hora -Vaya… las once y media-. En un arranque de impotencia me giré y golpeé la pared que tenía a mi lado. Me quedé quieta unos segundos y alisé las arrugas imaginarias de mi estrecha minifalda, continué mirando de reojo al típico borracho tirado en la esquina, con su traje de etiqueta, con sus labios rojos y húmedos, con… ¿tres mendigos más, elegantemente vestidos y ensangrentados? -¡Oh! Por…–, tropecé conmigo misma rajando un poco más mis medias de rejilla y corrí hacia dentro del local.


Era la situación perfecta, por fin una buena historia, la noticia que me lanzaría al verdadero mundo de los reportajes serios de la revista donde trabajaba “días de oscuridad”, dirigida a un público interesado por el sadismo de las apariciones, muertes y misterios sin resolver. Saqué mi libreta y busqué rápidamente un bolígrafo dentro de mi revuelta mochila en forma de ataúd, mientras entraba en “Noche Azul” y advertía al público, todos mis posibles sospechosos de asesinato, de lo que acababa de ver.


Se hizo el silencio y las personas se empezaron a ver unas a otras antes de detener su vista sobre mí. Me pareció entender sus pensamientos… -¡Eh! ¡Que soy reportera!-


De entre las cenizas

(Por Soñadora Errante)

Estaba oscuro y había llovido, las calles estaban vacías y se oían sirenas de los warrs, el equipo policíaco especial que el alcalde se había visto obligado a incluir ante el aumento de los crímenes en Aeneas. Aún así, hasta las calles sombrías y el gélido frío capaz de congelar incluso al yeti, me parecían la mejor compañía que nunca hubiera tenido y me brindaban la mayor seguridad que jamás hubiera soñado. Tantos años encerrada en esas paredes tan débiles pero a la vez tan fuertes… el calor asfixiante que emanaba de aquella camisa, el blanco helado de las paredes, los gritos de los dementes… pero ya había terminado, por fin había salido de ese negro agujero que era mi vida en aquel infierno.


Sueños, ilusiones y un futuro prometedor o eso pensaba. De pequeña solía fantasear como cualquier otra niña que es lo que sería de mayor, al principio imaginaba ser cantante pues me encantaba la música, hasta que todo se tornó en una negrura inmensa y hasta lo más preciado que tenía lo acabé odiando, ni siquiera en la peor de mis pesadillas hubiera proyectado que acabaría así… por él.


Cuando pensaba en todo ello mis enormes ojos color miel se comenzaban a humedecer y no podía evitar que las lágrimas cayeran sobre la larga melena rizada y castaña que tanto envidiaban las demás mujeres. De repente, comencé a oír un incesante taconeo, me escondí detrás de un coche. -¡Uf!- sólo es una chica… seguramente saldrá de fiesta con sus amigos, porque esa minifalda con este frío… -. Sentí que los párpados me pesaban y busqué un sitio seguro para dormir.


A la mañana siguiente me dispuse a buscar trabajo, a unas calles de allí, encontré un glamuroso local llamado “Noche Azul”. Me sorprendió ver la zona acordonada, bajé la cabeza al ver dos policías, aunque era evidente que yo no era de su interés y seguí mi camino. Al doblar la esquina, un enorme edificio con una cúpula gigante de vidrio se alzó ante mí con unas grandes letras doradas en las que ponía: “La Caverna de cristal” .Entré usando esos contoneos que tantas veces había visto utilizar a las enfermeras cuando querían conseguir algo de los hombres.


-¡Buenos días! Estoy buscando trabajo, me gustaría hablar con el encargado.


- Mira por dónde nena, estás de suerte, porque necesitamos a una chica, y si es como tú…- dijo a la vez que penetraba mi cuerpo con su mirada lasciva.- ¿Y tu nombre es…?


- Laia, Laia Sturlok.


Crimen en el Callejón

(Por Maestra Errante)



¡¡¡Ringgg, Ringgg, Ringgg!!!

-¿Si, dígame?

¿Cuándo ha sucedido?

¿Se tiene una hora de aproximación?

¿Número de cadáveres?

Acordonen la zona y que nadie, absolutamente nadie toque nada hasta que yo llegue.


Colgué el teléfono y a toda prisa me empecé a preparar, cogí lo primero que encontré en mi extenso armario, a pesar de las prisas mi vaquero azul ajustado, mi camisa blanca de pico, mi chaqueta vaquera y mis botas de cuero negro, combinaban perfectamente con mis ojos y con mi pelo de color negro. Cuando bajaba de camino al coche aproveche para hacerme una coleta ya que no quería que mi larga cabellera me molestase a la hora de investigar.


Tras conducir a toda prisa, por fin llegue a la zona del crimen, me encontraba en un callejón cercano a la discoteca “Noche azul”, el lugar estaba repleto de curiosos, cada uno sacaba sus conclusiones referente a lo sucedido, tras varios empujones conseguí apartar a la gente de mi camino hasta que por fin llegué a la zona acordonada; había varios policías en el interior, me agache para pasar por los cordones de seguridad y al levantarme varios policías me miraban, saque la placa y me identifique “Inspectora Silvana del departamento de Criminología”.


¿Quién es el agente al mando? Rápidamente se presento ante mi uno de los policías y le pedí que me informase de lo sucedido lo más detallado posible; Tenemos cuatro cadáveres todo ellos pertenecientes a una Mafia, han sido degollados y el forense nos informó que no hubieron signos de violencia y que los cadáveres fueron soltados cuidadosamente en el suelo ya que no tienen contusiones en ninguna parte del cuerpo, los crímenes fueron acometidos antes de las doce de la noche que fue la hora aproximada en la que según los testigos se encontraron los cuerpos ya sin vida.


Tenemos retenido a uno de los responsables de la discoteca y un agente de la policía de Burinia, que fue de los primeros en llegar a la zona del crimen y casualmente se encontraba en la fiesta.


Al terminar de escuchar el informe inspeccioné por mi propia cuenta el lugar; a simple vista observé que el callejón no tenía salida, por lo cual el asesino solo tuvo una vía de escape, así que tuvo que pasar por delante de la discoteca, observando los cadáveres me fijé que cada uno tenía una posición diferente, el primero lo encontré boca abajo con la cara ensangrentada debido al charco formado de su propia sangre, otro yacía tendido boca arriba mirando al horizonte con la esperanza de obtener una bocanada de aire que le permitiese salvar la vida, el siguiente se encontraba sentado en una esquina del callejón, a simple vista parecía que todavía continuaba durmiendo la borrachera y el cuarto y último se encontraba en una posición fetal con la cabeza mirando hacia un lado y un brazo extendido como si estuviese reclamando auxilio. En el callejón lo único que había era una puerta de acceso a la parte trasera de la discoteca, una sola farola que alumbraba dicha puerta y un cubo de basura que se encontraba próximo a la entrada –ordené a uno de los agentes que lo inspeccionara en busca de alguna prueba- una vez que terminé de anotar en mi libreta las pruebas oculares de la zona.


Preguntas

(Por Indomable Errante)



En su mano un cuchillo manchado de rojo goteaba encima de varios cadáveres. Su rostro demoníaco se viró hacia mí como si este pudiera notar mi presencia, una sonrisa perfiló sus labios, ¿me sonreía a mí?, eran sus ojos, conocía esos devoradores ojos de vida. La imagen desapareció y un extraño piano apareció frente a mí, que música tan triste, todos llorábamos, todos menos una mujer, intenté acercarme a ella pero desapareció en una densa a niebla. A lo lejos, una mujer oriental se desnudaba bailando en una barra de estríper frente a sus espectadores mutilados, la imagen hizo que retrocediera tropezando con algo y cayendo al suelo. A mí derecha, un hombre al que su juventud habría abandonado hace largo tiempo, reía señalando hacía mis pies. Mis manos recogieron algo, una mata de pelo ensangrentada… ¡era mi cabeza! Todos reían y eran como relojes de pared constantes en la risa y en el tic-tac, tic… ¿qué hora es me pregunté?

Todo desapareció, mis ojos vieron como el reflejo del sol entraba por la ventana; demasiada claridad, me había dormido y con ello había perdido la oportunidad de mi vida, mucha gente me esperaba anoche en “Noche Azul”, y yo les había fallado.

El hotel donde me hospedaba pertenecía a “Noche Azul” y un túnel unía los dos edificios. ¿Por qué nadie me avisó?, todo era muy extraño. Mi cuerpo aun estaba cansado incluso después de dormir tantas horas. Debía hacer frente a mi desastre cuanto antes, había ganado una buena reputación en esta ciudad y la gente me quería, un chico pobre que llego a ser alguien, les había fallado a todos, la impotencia humedecía mis ojos cuando a paso tembloroso me dirigía hacia el ascensor.

Allí encontré un botones que reía nervioso. -¿De verdad es usted?- decía conteniendo las lágrimas.

Verlo así me había roto los pedacitos de corazón que aun quedaban unidos por hilos, ¿qué diría a la gente como este simpático botones?, solo pude asentir sonriendo.

Miré la pantalla, cuatro pisos, tres…- Anoche estuvo espléndido- dijo el botones.
-¿Anoche? , el ascensor se abrió y un centenar de flases me deslumbraron dejándome ciego. Un tumulto de periodistas se abalanzó hacia mí, oía aplausos y halagos sobre mi nombre.
Estaba confuso, no recordaba nada, debía huir. Varios policías contuvieron a los periodistas, entonces haría algo inesperado, correr. Corrí hasta llegar a una zona acordonada donde un policía con una cicatriz enorme en su rostro me paró en seco.
-Supongo que usted ha de ser imbécil- dijo fríamente mirándome a los ojos. Ese acto de desfachatez hizo que saliera de mis pensamientos.


-¿Perdone?- contesté sutilmente para así darle tiempo a retractarse, no lo hizo. Su risa me enfureció aun más, - ¡ah! es usted, anoche le vi, no estaba de servicio solo tomándome una copa con unos amigos-. Sin querer hizo el gesto de mirar la sangre del suelo, donde hacía varias horas habrían estado “sus amigos”.

Fue entonces cuando me percaté de los cadáveres en el suelo, me sentía cada vez más mareado.
–Muy buena actuación, ¿recuerda lo que ocurrió después, no?, me preguntó con cierta ironía,-pues por eso estoy aquí trabajando en mis días libres por una mísera paga. El asesino lo hizo solo con un cuchillo, mato a los cuatro y desapareció, no entendemos como…


Un fuerte dolor de cabeza obligó que me marchara de ahí dejando al policía hablando solo. Una mujer que no paraba de dar órdenes me empujo empotrándome hacia pared en un rincón de la callejuela, me pareció oírla hablar de buscar un cuchillo, el dolor me hizo resbalar por la pared hasta llegar al suelo poco a poco iba remitiendo.

Una mujer con aspecto gótico que estaba sentada junto a mí, lloraba. La oí decir que nada le salía bien, -¿está usted bien?-, ella me miró con los ojos rojos y me dieron ganas de llorar la desgracia de ambos.
-Mi nombre es Auro Sturlok. Me extrañó ver como dejaba de llorar y sus ojos se abrían como platos.


Algo de Acción

(Por Kiaramant, Escribano Errante)



Después de la irrupción de la prostituta algo se despertó en mi interior, algo que hacía mucho tiempo que permanecía dormido, nuevamente el instinto del investigador empezó a fluir por mis venas, rápidamente observe como los guardaespaldas de los innumerables mafiosos adoptaban posiciones defensivas próximos a sus señores, la desconfianza y la tensión era el sentir de todos y cada uno de ellos, en cualquier momento un movimiento en falso podría desencadenar la tragedia. La noticia recorría la sala a una velocidad espantosa y por fin comprendí lo que sucedía; en el callejón se había cometido un asesinato.


Lo primero que hice fue buscar en el bolsillo interior de mi chaqueta un cigarrillo, lo encendí y avance como pude entre el revolucionado gentío, cuando conseguí salir de la discoteca un borracho tropezó conmigo y mi cigarrillo calló a uno de los charcos que se habían formado por las lluvias caídas esa misma noche, maldije mi suerte pero maldije todavía más aún y de todas las formas que se me ocurrieron a aquel estúpido borracho. La gente se amontonaba en la entrada del callejón, valla cantidad de curiosos pensé, nunca han escuchado "que la curiosidad mato al gato", por suerte para mi ningún policía había llegado todavía a la zona, o por lo menos ninguno de los que allí estábamos se presento como tal, así que aproveche la confusión y los efectos producidos por el alcohol y las drogas, para mostrar mi falsa placa y presentarme como el Agente Malón de la policía de Burinia – (aprovechando así una de mis innumerables identidades)-. Nuevamente me sonrió la fortuna, ya que ninguno de los presentes llegó a la conclusión que aunque fuese agente de Burinia, mi jurisdicción no llegaba hasta tan lejos.


Después de tanto tiempo nuevamente estaba al pie del cañón, la escena del crimen era mía, me sudaban las manos, el corazón parecía que se me iba a salir del pecho y un hormigueo recorría de lado a lado mi estómago, parecía un novato ante su primer caso, inspiré hondo para intentar tranquilizarme y recordé aquellos momentos gloriosos de mi pasado y nuevamente el instinto del investigador se apoderó de mi oxidado cuerpo, así que rápidamente me puse manos a la obra.
Lo primero que hice fue crear un perímetro de seguridad para que nadie pudiese franquearlo y poder trabajar cómodamente, tenía que ser rápido antes de que llegase la auténtica policía, observe que el callejón no tenía salida y que los cuerpos todavía convulsionaban, por lo tanto el asesinato aún estaba fresco, me pregunte ¿si esto es reciente y dado que el callejón no tiene salida, puede que el asesino todavía rondé por la escena del crimen? Así que a toda prisa me dispuse a ordenar que todo el mundo volviese al interior del local, cuando de pronto me maldije a mí mismo, maldije mi debilidad un inoportuno ataque de asma me hizo toser una y otra vez, no conseguía parar y del esfuerzo notaba como si mis pulmones se desgarrasen, en un movimiento desesperado conseguí sacar del bolsillo de mi pantalón el inhalador que aliviaría mi mal; me fui reponiendo poco a poco me encontraba desorientado y por instinto buscaba algo en el bolsillo interior de mi chaqueta, algo que no conseguí encontrar. Una amable señora se me acercó y me ofreció un pañuelo, simplemente me limité a contestarle que lo que buscaba no era un pañuelo sino más bien un cigarrillo. Me levanté con esfuerzo y por fin conseguí orientarme, aunque ya era tarde las delatadoras sirenas de los coches patrulla indicaban que la policía habían llegado al lugar.


El tío caramelos

(Por Josué, Artista Errante)



Me presento: Mi nombre es Marcos Grandinetti y soy un pobre pecador que con humildad intenta hacer de este mundo un lugar más…ehm, bueno no sé qué decir exactamente aquí, lo cierto es que soy un pobre pecador con aspiraciones poco humildes, sí, eso sí. Verás tengo una enfermedad, como lo oyes, tengo una enfermedad y no sé como curarla, creo que no hay cura ninguna, soy un megalómano obsesivo-compulsivo adicto al poder, pero ¡chitón! tu sabes cómo funciona esto: sí quieres poder, tu vida silenciosa ha de ser o al menos lo más disimulada posible; no me mal interpretes no soy un estúpido y malvado de estos que matan y hacen cualquier cosa para conseguirlo, ¡yo no soy estúpido! Mi madre me decía siempre que tanto la inteligencia como el disimulo son los pilares del éxito, por eso no visto de blanco a rayas en un lugar como éste, Noche Azul, sí no acabarás muerto como mi rival el capo Ruiz, dueño del contrabando de drogas de todo el distrito B lo que incluye la 9º avenida, también conocida por “la calle del pecado” donde más se vende mierda en toda la ciudad. Sé lo que acaba de pasar. Lo sé todo. Uno menos; ahora solo quedan siete más, muerte en el desván. Hahaha, rabiosa melodía. -¿De qué se ríe? -Me he acordado de un chiste que me contaron ayer. Ese era mi sobrino Tomás, pero él odia ese nombre, le gusta que le llamen “el destripador”, sé lo que piensas, pero si la originalidad fuese su mayor destreza no sería tan buen asesino como es y créeme es muy bueno. Yo solo me rodeo de lo mejor. Tampoco es mi sobrino pero en esto de la MAFIA, ese tipo de argot familiar es el que se usa y me encanta, me considero el típico tío bondadoso que siempre reparte caramelos para todos sus sobrinos, que por cierto cada vez son más y más, de hecho ahora tengo una nueva familia a la que mantener gracias a que ese finolis snob de de Ruiz ha salido del mapa. -Creo que debemos irnos señor. -Te he dicho que no me llames aquí así, llámame Tío Grandinetti. Sí, salgamos. Me levanto parsimoniosamente y tras ponerme mi abrigo negro me dirijo hacia la puerta principal, en el camino y mientras termino de ponerme mi rugosa bufanda gris, noto como los miembros de la Yakuza con su pequeño y patético ejercito de matones distraídos también se disponen a salir, no puedo evitar posar mi mirada sobre una muchacha de curioso aspecto, una japonesita peliblanca y extra pálida, interesante objeto ¿la querrán como matón o no se trata más que de uno de esos carísimos jarrones de porcelana tan característicos de oriente? Miro oblicuamente a su jefe, pronto llegará tu hora.


Buenas técnicas para un reportaje perfecto

(Por Alea, Poetisa Errante)



“siempre al principio suele ser duro, por eso lo mejor es pensar que se trata de un mal trago agrio y espeso, que acabará tan pronto el vaso quede vacío”. Esas palabras habían quedado marcadas en mi mente de la manera que un tatuaje puede quedar para siempre en la piel. Y si bien fueron dichas para un momento determinado, tras mucho meditar en ellas cada noche después de aquella reunión, descubrí que su significado iba más allá, que podía referirse al mundo entero, a cada eterno día que hay en él y la vida de cada individuo que camina por él.


Aquella noche había sido más corta de lo normal, tras los diez segundos de gloria que tuve al avisar de los cuatro muertos de detrás del local, en “Noche Azul” todo se volvió una locura. La gente corría de un lado a otro, la mayoría dirigiéndose al lugar de los hechos, y yo en medio de todo, intentaba parar a alguien que pudiera responder a unas cuantas preguntas, pero solo conseguía frases incoherentes de miles de personas que parecían más bien estar hablando consigo mismas –No haré declaraciones-… -Vaya, ¿y dices que hay un muerto?-… -¡Empieza el show!-… -¡Oh no! Jacob está tirado ahí fuera, es uno de los 4…-.


Me giré rabiosa a punto de gritar “¡Eh! ¡Yo soy la asesina!”, esperando que así todos me atendiesen un poco más y quizá incluso fuesen más educados. Entonces lo vi, el gran Auro Sturlok estaba aún en el escenario mirando cómo abajo todos se volvían locos, corrí hacia él pero antes de que lograra encaramarme en la tarima se marchó caminando como si mis gritos no fueran dirigidos hacia él –¡¿Piensa que pudo ser obra de un fan?!- pregunté enérgicamente antes de añadir en voz baja –estúpido cerdo famoso…- me reí con sarcasmo y seguí a la multitud.


Dos horas después seguía allí, apoyada en la pared que antes había golpeado enfurecida viéndome llegar de nuevo tarde a una cita con Kron. A él no le había importado, aunque yo no estaba disfrutó como un niño escuchando al pianista, y justo cuando logró encontrarme entre el gentío, fue para preguntarme emocionado “¡¿Y hay mucha sangre?!” antes de correr hacia la puerta trasera ya totalmente colapsada. Había continuado con mis intentos de hablar con alguien y me pareció un milagro que una agente, “la manda más” pensé, se acercara a mí para interrogarme, momento que aproveché para exponer mi opinión, mis dudas y conclusiones sobre los hechos, alegando ser una más que afamada redactora de la revista “días de oscuridad”. La mujer se me quedó mirando seria por unos segundos en los que sonreí amablemente esperando respuesta, pero ella solo posó su mano en mi hombro con delicadeza para luego empujarme hacia abajo hasta dejarme sentada en el suelo -espera aquí hasta que te diga- me ordenó.


Así estuve toda la noche, esperando que se dignase a mandar a mi lado a algún presunto asesino, pero nada. Cuando empezaron a verse los primeros rayos de sol me incomodé, me estaba empezando a poner nerviosa y eso no era bueno, por lo que recurrí al método que al menos una vez en la vida toda mujer debe usar: llorar. Las ojeras habían empeorado y al apretar mis ojos con las manos se terminó de correr todo el maquillaje de ellos, era perfecto, solo faltaban las lágrimas pero por mucho que lo intentase, dejándome los ojos casi en sangre, simplemente nunca salieron.
En un principio mi silencioso plan no funcionó más que para que algún que otro policía dijese “pobre muchacha” con voz lastimera, a lo que me daban ganas de responder con una sonrisa “sí, es cierto, ¿puede darme un par de billetes?”. Cuando empecé a lloriquear más fuerte incluyendo en mi letanía algunas frases destructoras para cualquier corazón sensible, fue que llegó el gran milagro, digno de un “Aleluya”. Oí un golpe a mi lado que me hizo girarme y ver cómo un hombre de ojos tristes y aturdidos buscaba darme consuelo. En un principio no comprendí nada, hasta que cada una de las palabras que pronunció fueron cobrando forma en mi cerebro aún sorprendido –Mi nombre es Auro Sturlok- dijo, y olvidándome de mi malévolo plan dejé de sollozar.


Me reí para mis adentros recordando el mote que la noche anterior le había puesto, algo se revolvió dentro de mí y estuve a punto de soltárselo a la cara, a ese perturbador rostro con el que ahora parecía querer consolarme –Estú…- reaccioné a tiempo, –Estuvo anoche aquí… ¿Quién cree que podría ser el asesino?-. Formulé la primera pregunta abriendo la libreta, dispuesta no solo a preguntar sobre los sucesos, sino también sobre su vida, su obra y, por supuesto sus intimidades. Ya me encargaría más tarde de exagerarlo todo e introducir un par de historietas cómicas y vergonzosas que le destruyeran un poco su perfecta vida de músico revelación.
Atenta anoté sus declaraciones, interrumpiéndolo solo para sugerirle que nos acercásemos más a la sombra.


Tarea Fácil

(Por Viator, Mensajero Errante)



Con una leve inclinación de cabeza, mi señor nos dio a entender lo que quería, cuando eres Yakuza debes conocer a tu superior lo bastante bien como para saber que si pide A, tú debes hacer A, B, C y D. Asentí y en silencio me aproximé al lugar, atravesé el gentío como un fantasma hasta llegar a la atestada salida trasera donde se amontonaba la gente, allí había un curioso policía que se había identificado como agente de Burinia, “un poco lejos…”, pensé, pero no dije nada, hacía una buena labor manteniendo a raya a aquel tumulto que sin duda acabaría por arruinar el escenario antes de que pudiera verlo. Esperé pacientemente entre la muchedumbre mi oportunidad de ver el lugar, finalmente llegó cuando el supuesto agente prorrumpió en un violento ataque de tos que le impidió cualquier otra cosa que no fuera luchar por una brizna de aire mientras desesperado buscaba el remedio a su agonía entre sus rebeldes bolsillos, atravesé las gentes sin ser percibida, sin siquiera rozar sus ropas al pasar entre ellas con silenciosa gracia y me detuve en segunda fila, una cómoda posición para contemplar los hechos.


Un enorme charco carmesí ocupaba casi todo el espacio, cuatro cuerpos yacían inertes con sus rostros retorcidos implorando aún una ayuda que jamás llegaría, sus ojos ya vacíos de alma revelaban la sorpresa y la consternación que habían sentido en el momento fatal; los cortes, profundos y firmes, realizados con precisión por una mano experta en el arte de la muerte. Analicé la disposición de los cuerpos y las heridas para recrear en mi mente la secuencia mortal que los llevaría a su estado. Tras el rápido vistazo que duraría a penas un instante agradecí la ayuda involuntaria del supuesto policía, ya pasado su ataque, ofreciéndole un pañuelo que rechazó mientras buscaba un cigarrillo en su ropa, pobre adicto, ni siquiera llegó a mirarme, probablemente me confundiera con una anciana. Volví a mezclarme entre la multitud y espero, no necesité aguardar mucho, casi al instante apareció la policía y al cabo de unos minutos entró en escena la razón de mi espera, conocer la identidad del agente encargado del caso. Una mujer joven, morena y vestida de paisano se saltó el acordonamiento apresuradamente con la seguridad de quien se sabe en autoridad, se identificó con firmeza: “Inspectora Silvana del departamento de criminología”, ya tenía lo que quería, no me permití mostrar la satisfacción que sentía, simplemente desaparecí tan inadvertida como llegué, con paso sereno regreso con mi señor, que aguardaba mi llegada con la perfectamente fingida actitud desdeñosa que adopta cualquier hombre que ha de esperar que una mujer salga del baño, -le ruego me disculpe por la tardanza- le dije, tan sólo asintió con la habitual serenidad que le caracterizaba y nos marchamos en silencio al igual que otro de los clanes de la ciudad, unos italianos que no se molestarán en guardar luto para ocupar el lugar dejado por los rivales muertos. Perros sin honor, ya nos veríamos las caras en la novena avenida.


Interrogatorio

(Por Maestra Errante)



La gente obedecía mis órdenes a diestro y siniestro todo el mundo se estaba empleando a fondo en el caso; las horas transcurrían y no conseguíamos encontrar absolutamente nada por donde encaminar la investigación, solamente podía obtener alguna pista de lo sucedido de dos maneras:
1. Recoger posibles huellas o restos orgánicos de los cadáveres y mandarlas a analizar
2. Interrogar a los posibles testigos del crimen que tenía retenidos desde hacía ya varias horas
Como las dos opciones eran buenas opte por hacer las dos cosas a la vez, ordene a uno de los agentes a recoger pruebas de los cadáveres y llevarlas al laboratorio para que fuesen analizadas rápidamente.



Vi a una muchacha revoloteando por la parte trasera de la discoteca, parecía nerviosa no paraba de ir de un lado hacia el otro, así que decidí acercarme a ella; cuando estábamos frente a frente ella me miró con una sonrisa para mi gusto inexplicable, pasaron unos segundos y todavía permanecía con aquella sonrisa pero sin decir nada, como me cansé del jueguecito pose mi mano con delicadeza sobre su hombro y presione hacia abajo hasta que permaneció sentada al tiempo que le decía espera aquí hasta que te diga.


El grupo de curiosos fue dando paso a un numeroso grupo de periodistas; si quería que sobre este crimen se supiese lo menos posible tendría que deshacerme de ellos o por lo menos alejarlos lo máximo posible, esta acción requirió bastante tiempo, los periodistas son muy molestos y como no conseguía quitármelos de encima decidí cortar tajantemente. Ordené que los detuviesen y los llevasen a comisaria bajo el delito de obstrucción a la justicia, solo permití que unos pocos se quedasen, lógicamente los que a mí me convenían.


Comenzaba a estresarme; acababa de terminar con los periodistas y al instante un policía me requería en el callejón cerca de donde se encontraba la muchacha sentada, enfada me dirigí hacia el lugar mientras me informaban que el genio rondaba por allí, yo para mis adentros pensaba: que para genio ya estaba el de Aladino, cuando estaba pegada a él, sin mediar palabra lo empuje contra la pared y quedo caído en el suelo de forma similar a uno de los cadáveres, entonces la chispa se encendió en mi cabeza, como había sido tan tonta, recordé el cadáver y caí en la cuenta que habíamos buscado todo tipo de pruebas menos el arma del crimen, así que desesperada grité que buscasen un cuchillo o algo similar.


Después de tomarme un respiro fui en busca de la primera persona a la que quería interrogar, el agente Malón. El hombre de mediana edad estaba frente a mí, saqué mi libreta para apuntar los posibles datos que me facilitase el testigo una vez comenzase el interrogatorio, no sin antes advertirle que no estaba de humor y si no quería tener problemas más vale que contestase con la verdad. Bien una vez aclarado este punto comencemos:


-¿Por qué vino desde tan lejos a una simple fiesta?
Venía en busca de trabajo.


-¿Y cómo es posible que un agente de la ley viniese aquí en busca de trabajo, es que buscaba un traslado?
Realmente no soy policía, soy investigador secreto.


-¿COMO?
Si no es muy difícil de entender no soy policía soy investigador secreto


-¿Según los testigos usted se presento como agente de la ley de la ciudad de Burinia?
Necesitaba mantener la escena del crimen lo menos cambiada posible, para cuando llegasen los auténticos agentes de la ley… como usted. Después de todo soy investigador.


Una última pregunta para finalizar, me pica la curiosidad.
-¿El tiempo que salvaguardo la escena, que conclusiones saco?
Pues llegué a la conclusión de que el asesino debió mezclarse con los asistentes a la fiesta, ya que cuando yo salí los cuerpos aún convulsionaban con lo que llegue a la conclusión que el crimen era reciente, si a eso le sumamos que el callejón no tiene salida, no tuvo mucho tiempo para escapar.


-Una buena observación. Por ahora no tengo más preguntas puede usted irse no sin antes darme su nombre y dirección por si vuelvo a necesitarle.


Después de terminar el primer interrogatorio, fui en busca de Aladino y la chica con aspecto de prostituta.


Inolvidable Firenze

(Por Soñadora Errante)



El fastuoso río Arno bañaba el casco histórico de la mágica Florencia. Al llegar allí lo único que puedes hacer es sentarte en la piazza y contemplar a la cuarta obra arquitectónica más grande del mundo… el impetuoso Duomo, con su majestuosa cúpula, a la que nadie como Alberti pudo describirla mejor: “erguida hacia el cielo, tan amplia que cubre con su sombra todos los pueblos toscanos”. Me encantaba pasear por sus callejuelas y transportarme a las épocas de Michelangelo, Cellini, Talenti, Pisano, Giotto… a un paso de la galería de los Uffizzi , con sus esculturas insólitas con las que tropiezas a cada paso, el inigualable paisaje de la toscana, sus sabores mediterráneos, sus olores, el Ponte Vechio

Cualquiera se enamoraba de ese puente, incluso los nazis decidieron no destruirlo en la segunda guerra mundial. En esas callejuelas florentinas solíamos pasear entre el tumulto de la gente y relatarnos historias fantásticas, nos pasamos muchas tardes riéndonos de lo patéticos que se veían los turistas con esa extraña combinación de calcetines y sandalias, sus pantaloncitos cortos y sus caras tan enrojecidas como si fueran langostinos recién hervidos… Auro me acompañaba a las clases de italiano a las que estábamos apuntados, ya que, nuestro léxico dejaba mucho que desear; él, sin embargo, aprovechaba para ir al Palazzo di la Música a hurtadillas y luego me volvía a recoger. Allí, hicimos muchos amigos, entre ellos Joseline, una divertida italiana baja y regordeta con el pelo castaño oscuro, su mirada profunda y su nariz aguileña tan típica entre los florentinos, siempre nos contaba chistes e historietas con las que no podíamos parar de reír. Me encantaba pasar así mis tardes, nunca eran iguales, Auro siempre tarareando cancioncitas, mientras yo cantaba de vez en cuando… hasta aquel día, aquel maldito día en el Ponte.

Aquel día mi padre me venía a buscar, Auro había conseguido componer en el Palazzo di la Música, estaban preocupados por los ataques de ira que me habían dado… después todo quedó confuso… la sangre sobre mí, el cuerpo rígido, su cara pálida con una mueca desencajada, los llantos amargos y ensordecedores, la perfecta herida mortal en el pecho , el cuchillo, sus miradas acusadoras, el regreso a Aeneas… nada tenía sentido hasta que…


-¡¡¡Nena!!! ¡¿En qué estás pensando?! ¡Ponte a trabajar! ¡Que para eso te pago! ¡Hay un hombre esperando en la barra!- dijo Burn, el encargado. Di un respingo despertándome de mis pensamientos.


- Tranquilo Burn, estaba colocando las copas, no hace falta que me chilles así.
Fui hacia la barra y… -¡Laia! ¡Bellísima! ¡¿Eres tú?! ¡Mamma mía! ¡Casi no te conozco!


-¡Fabrizio Bellatore!, ¡¿cuánto tiempo?! ¡Cuéntame! ¿Para quién trabajas ahora?- le dije alongándome hacia él.


- Aaaah, Laia… sempre tan inteligente. Adesso estoy con el Zio Grandinetti- hizo un ademán, me acerqué y me susurró –mà no por molto tempo… ja,ja,ja…- le sonó su móvil y se marchó riéndose estrepitosamente.


Sorpresa

(Por Jairo, Errante Empedernido)



Pronto mi cara no fue sólo interpretación, no era el muerto que yo había esperado. Esto me produjo dolores de cabeza. Ermist pareciera no ser tan tonto y trabajaba también para el muerto ya que pronto procuró escaparse. Apunté su nombre y lo dejé en un pos-it. En otra ocasión me ocuparía de él.


Me levanté dándole vueltas a este hecho. Como parte de mi trabajo, me acerqué a mi despacho y me senté mientras tomaba un café. La velada resultó ser un desastre, no calculado. No me encontraba bien. Había forjado una fama bien fundamentada y cuatro asesinatos no me dejaban nada bien. Cualquier maestro de la profesión hubiera sabido que yo era el menos indicado (un muerto nunca se deja en casa) pero no sucedía esto con la opinión pública.
Miré hacia la placa...

Joe Sicilia
Noche Azul

Mi apellido siempre había estado en el centro, quizás no era extravagante, ni mucho menos original pero denotaba una reputación considerable. Empezaba a odiar al asesino, y en mí se iniciaba un deseo de vendetta. Serían los genes.
Me acerqué a la ventana era un día claro, quizás hermoso, pero la estampa quedaba manchada por un gran grupo de personas delante de mi local. Necesitaba relajarme. Había dejado a cargo a mis subordinados un control de la zona pero, no debía hacer esperar a las masas.


Salí del local para encontrarme en el callejón. Mis compañeros de trabajo y por tanto, enemigos, habían ya desaparecido, no dudaba que satisfechos. Mientras caminaba se acercaron hacia mí mis dos fieles escoltas, casi amigos. Rehusé su compañía. Era consciente de que lo que me espera, una metralla incómoda de preguntas así que, con cara de resignación, me inmolé contra la masa de periodistas, deseosos de una información que yo mismo desconocía y deseaba descubrir.


El Viejo Sabueso

(Por Kiaramant, Escribano Errante)



Maldita Silvana, llevaba retenido 16 horas antes de que me dejase marchar, mi viejo cuerpo empezaba a acusar demasiado los efectos del cansancio, me dolían las rodillas y para colmo no tenía tabaco. Los periodistas se amontonaban con su tradicional paciencia a la espera de sacar información para sus periódicos o telediarios, por desgracia para mi tenía que pasar entre medio de ellos, rápido me acosaron a preguntas. Hice caso omiso a todas sus cuestiones, si había algo que odiase más en el mundo que quedarme sin mi preciado tabaco, era un periodista, esa raza que con sus filtraciones, sus publicaciones y su enorme curiosidad habían echado abajo tantas y tantas investigaciones.


Tras dejar atrás el acoso periodístico me monté en mi viejo descapotable, el camino hasta “El Gato Dormilón” se me hizo largo y tedioso, paré en un 24 Horas para comprar tabaco y una botella de Vodka para la cena o el desayuno, todo a expensas de las horas que durmiese, aparque mi coche cerca de la pensión y me fui a echar un merecido descanso. Una vez en mi habitación me quité la ya molesta ropa y me dirigí a la cama.


Eran ya altas horas de la madrugada, la alargada sombra se perdía por la escalera, corrí a toda prisa con el revólver en la mano para no perder su pista, el maldito me espero agazapado un piso más arriba y me disparo dos veces, por suerte para mí las balas no encontraron a su objetivo, respondí a su fuego con fuego, al tiempo que gritaba desesperado que nadie saliese de sus casas. El tiroteo se detuvo, mantuve mi posición en la esquina de la escalera, aprovechando el alto el fuego para recargar las balas de mi revolver. El silencio era desesperante, solo perturbado por la macabra risa de mi perseguido; oí unos pasos que se iban perdiendo poco a poco en la lejanía a mucha velocidad, eche una mirada hacía el lugar al que se dirigían los pasos y ahí estaba él corriendo hacía el fondo del pasillo con su larga capa de color rojo ondeando en el aire debido a la velocidad de su carrera, miraba hacia atrás cerciorándose que no le perseguía con su máscara de nariz larga con algunos adornos, similar a la que usan en el país de unos mafiosos cuyo nombre ahora no recuerdo y sujetaba con una mano el sombrero de copa evitando así que se separase de su cabeza. Sin pensarlo dos veces salí nuevamente en su persecución, gritándole que se detuviese y al tiempo que pensaba –maldito maniaco disfrazado-. Al final del pasillo después de que éste torciese a la izquierda encontré una ventana en la que también encontré caído en el suelo el sombrero de copa y en el exterior de la misma una escalera de emergencia, aquella sucia rata estaba poco más de un piso por encima de mi cabeza y pude ver como se colaba por una ventana, cuando llegué arriba apoye mi espalda contra la pared para echar una rápida mirada, solo me dio tiempo a ver que era una habitación oscura, pero al ser cuadrada no parecía haber nadie en ella; así que pistola por delante me puse frente a la ventana para entrar en la habitación. Cuando estaba dentro pude observar que me encontraba en una cocina, todo estaba en silencio no sabía si porque la casa estaba vacía o porque sus habitantes se encontraban durmiendo, agudice la vista y el oído, todo se encontraba muy oscuro, fui despacio para hacer el menor ruido posible. Escuche un ruido en una habitación colindante a la que yo me encontraba apunte en esa dirección y al cavo de unos segundos apareció una silueta.


¡¡¡NOOOOOOOOOO!!! Grite con todas mis fuerzas al tiempo que di un salto quedé sentado en la cama, el sudor frío me resbalaba por la frente, la respiración agitada, la presión en la cabeza era insoportable, mi agitado corazón latía con tanta fuerza que podía escuchar con claridad su frenético ritmo, tum, tum, tum, tum, tum, tum. Entonces con las primeras lágrimas resbalando por mis mejillas decidí ir en busca de aquello que durante los últimos nueve años habían castigado mi ya torturada alma, cogí mi cartera y allí estaba la esquela de aquel muchacho lleno de vida Peter Cole de tan solo diez años. Amargado por el recuerdo cogí la botella de Vodka para durante un rato torturarme todavía más. A medida que iba bebiendo los lamentos aumentaban, no tenía por qué haber sido él, fue un error, ahora sería un adulto de casi veinte años, posiblemente hasta con algún hijo; destruí la felicidad de una familia, me decía una y otra vez, mi visión era casi nula no solo debido a las causas del alcohol sino también en gran medida a las abundantes lágrimas que salían de mis ojos.


Decidí ir al baño a lavarme la cara, necesitaba despejarme un poco porqué consideraba que por hoy ya había sido bastante tortura y aparte ya casi no quedaba Vodka. Me situé frente al lavabo, pude ver en el espejo que se hallaba colgado la imagen de lo que una vez fue una gran persona, ante mí se reflejaba la imagen de un hombre de cuarenta y nueve años, canoso aunque por suerte no calvo y con el pelo engominado hacía atrás, ojos rasgados de color verde , nariz perfilada y bien resaltada la forma de corazón del labio superior, las arrugas se notaban más de lo que deberían, debido a una ajetreada vida y quizás también, por qué no decirlo, por las constantes torturas de los últimos nueve años. Que deteriorado estaba, no podía continuar así, pensé. Mi exitosa carrera se había ido al traste desde aquel fatídico día, ni los mejores psicólogos pudieron ayudarme y la ausencia de una familia todavía hizo más mella en mí castigada alma. De pronto una pregunta se planteó en mi cabeza ¿Por qué cada vez que me encontraba con una investigación aparecían nuevamente aquellos recuerdos? Sería porque aquel niño no quería que volviese a cometer el mismo error y algún inocente sufriese las consecuencias ó más bien me recordaba que como él, aunque fuese indirectamente, muchos inocentes perdían la vida a manos de psicópatas sin escrúpulos a los cuales yo debía detener. Por una vez en mucho tiempo pensé que debía ser positivo y decidí creer que la segunda opción era la causa de aquellos recuerdos constantes. Lo primero que debía hacer era ponerme en forma, aunque no estaba excesivamente gordo tenía bastante barriga ó como llamamos algunos una curva de la felicidad pronunciada, tenía que dejar algún vicio, cogí con una mano la cajetilla de cigarro y con la otra la botella de Vodka, la decisión no fue muy difícil.


Mire la hora, encendí un cigarrillo y me dispuse a ir de compras, necesitaba unas gafas de sol, algo de ropa nueva y sobre todo buscar un trabajo. Mientras me terminaba de preparar me motivé al pensar -Temblad criminales, el viejo sabueso Cristian Callaham ha vuelto- cuando un golpe en la puerta me saco de mi fantasía.


Si me da tiempo iré al cine

(Por Josué, Artista Errante)



Ese sonido está detrás de mí, suena a que vuelve haber electricidad aquí… (¡Tsrrrrrrrr!) Desde esta ventana en la antigua central eléctrica de Aeneas puedo ver parte de la ciudad, son las seis de la mañana y aún no ha amanecido, hace mucho frío. (¡tsrr!, ¡tsrr!) Veo como algunos gorriones empiezan a salir entonando su pío, pío matutino alegrando a los hombres que a estas horas dejan el calor de sus camas y las fragancias de sus amores para salir a sus trabajos, muchos de ellos irán a oficinas importantes en el centro para gobernar al mundo entero, otros se limitarán a abrir sus rancios locales donde la podredumbre es el cliente más fiel. (¡tsrr!, ¡tsrr!) Es interesante y positivo pensar en ello, ¿Por qué tanta injusticia en el mundo? ¿Por qué no simplemente todos tienen lo mismo y ya está? ¿Es tan difícil? Eso sería comunismo y estaría mal, el ser humano es demasiado ambicioso para ello, lo entiendo y nada hay para cambiarlo, nada puede. Si supieras tu ser humano lo que significa compartir, si supieras que en las cosas pequeñas se puede encontrar la felicidad, si supieras que no hay obra de arte más bella en el mundo que una sonrisa de auténtico júbilo. (¡tsrr!, ¡tsrr!) Por lo menos los pájaros no entienden de injusticias y le cantan a todo el mundo por igual. Oh… que triste, las mañanas siempre me ponen depresivo y profundo, casi me hacen llorar de angustia, necesito hacer algo para sentirme bien.


Me doy la vuelta y veo como terminan de matar a descargas eléctricas a un oriental indefenso y atado a una silla; su torso desnudo y humeante muestra un entramado magistral de tatuajes. A su lado otro miembro de la Yakuza lo mira llorando amargamente desde su silla. Estos japoneses tienen mucha fuerza y no es fácil hacerles llorar, pero me imagino que contemplar cómo va a ser su muerte es algo duro, especialmente si es así.


-El olor a chamusquina, por la mañana me fascina. -¿Continuo con éste? Mis hombres son muy trabajadores, saben cómo ganarse el sueldo.


-No, espera un momento- me dirijo hacia nuestro amiguito jacuzzi y tras quitarle suave pero nerviosamente la mordaza le digo. - Vamos colega, ya sabes cómo funciona esto, dime simplemente ¿en qué planta está tu líder y quién será su sucesor en el caso que algo malo le pase? -43º y no lo sé. -Bien la primera y mal la segunda, inténtalo otra vez. -No lo sé, no se nos informa de eso a nosotros. -Suena lógico. Te creo. Dirijo mi mirada a mis tres hombres y digo -¡nos tenemos que ir de aquí ya! Pronto llegarán los hombres de Ivanovich, hehe, al fin y al cabo éste es su cuartel general y nosotros estamos aquí de prestados, además con lo efectivos que son los japos deduzco que estará al caer uno de sus comandos especiales para investigar este lugar.


Así pues dejamos el cadáver en su silla y al otro nos lo llevamos en peso entre dos. Con mucho sigilo salimos de la central y nos subimos a un coche negro que recién habíamos robado a la banda de Ivanovich.


Hoy va a ser un día muy largo y ajetreado: veamos… tengo que ir al mercado en la 9ª y comprar algunas cosas para la excursión, luego a la dulcería, más tarde tengo que pasarme por el centro para matar al alcalde y por último sembrar un poquito el caos en la Yakuza. Si me da tiempo iré al cine.


Pintando a brocha la realidad

(Por Indomable Errante)



Imagina que pudieras ver más colores que ninguna otra persona, que supieras diferenciar no una, sino miles de tonalidades diferentes que el hombre jamás ha nombrado, ni alcanzado a soñar.


¿Y si además consiguieras expresarlos por medio de la pintura?, en un principio pensarías que la gente no sabría diferenciar las diferentes tonalidades, y en cierto modo podría ser cierto, nuestra mente está limitada y por alguna razón lógica nuestra percepción no nos permite asimilar esa inmensa gamma de colores, pero ¿y si lograras romper por unos instantes esa barrera sensorial en las personas que contemplan tu obra? Todos sabemos que los colores influyen de manera directa en nuestra sensibilidad, que pueden llegar a apaciguar e incluso a alterar nuestro estado emocional. Al poder intensificar cualquier color, e incluso al crear otros que hasta el momento nunca habían existido, serías capaz de intensificar el estado de dichas personas e incluso hacerles sentir cosas que jamás han sentido.

Al principio los profesores de música creyeron que era un niño muy imaginativo, decían que era imposible aumentar el canon de siete notas musicales a las doscientas treinta que yo percibía, más tarde me daría cuenta que esas notas jamás habían existido, yo las había creado.

Si mi padre me hubiera amado como cualquier padre ama a su hijo, nada de esto habría sucedido, me habría convertido en un gran compositor ofreciendo al mundo sentimientos hermosos por descubrir. Pero no fue así, hoy me he dado cuenta de la terrible realidad, no puedo ganarle esta batalla, ¡Oh No…! No después de lo que ha hecho, quería vencer por ti, ofrecer al mundo tu sonrisa, tus ilusiones, tu inocencia, el significado del amor que siempre vi en tus ojos. Allí donde estés Laia te quiero, esta obra que ahora entre los barrotes de esta fría cárcel compongo en mi mente es para ti… querida hermanita.

-Aquí está tu abogado, grito el carcelero haciéndome brincar del susto.-

Un hombre alto y con gafas entro a la celda, sabía que debajo de esa apariencia inofensiva se encontraba un abogado frio y calculador, capaz de destrozar cualquier cosa que se entrometiera en su camino al éxito. No fue hasta que se aseguró que nadie nos oía que habló.

-Quiero aclarar Sturlok que me da igual si mastates a esos hombres, mi trabajo es sacarte de aquí, si hay pruebas que te delatan, yo las haré desaparecer. Mi jefe tiene muchas influencias, ¿sabe? y por alguna razón no le interesa que acabes en la máquina de gas.

No deseaba morir eso era cierto, pero no tenía otra alternativa. Él había vuelto y había quitado la vida a cuatro personas, el mismo que años atrás había destrozado mi familia, mi madre y hermana probablemente asesinadas ,y yo acabando mi niñez en un hogar de acogida. Fue la reportera, que tras varias preguntas me ayudo a descifrar el enigmático y fatídico rompecabezas, por un lado estaba mi sueño y esos ojos demoniacos, por otro una aparición en Noche Azul que no recordaba y en tercer lugar un cuchillo en mi chaqueta, la reportera escribía como una posesa las palabras que en voz alta pensaba al unir todos los puntos, sin quererlo y olvidando a la chica oscura lo di con la horrorosa solución, Steel Sturlok, mi padre había regresado.

Ahora que por fin estaba entre rejas este espabilado quería sacarme, con lo que me costó convencer a la inspectora Silvana de que tenía que estar aquí. Pero había algo de él que si me interesaba.

-¿Me podría usted conseguir lápiz y papel?


Reuniones y Acuerdos

(Por Viator, Mensajero Errante)



La llamada de Ivanovich por la mañana temprano llegó poco después del informe de uno de nuestros comandos: Dos de los nuestros habían desaparecido de madrugada y uno de ellos había sido hallado en uno de los cuarteles de la banda rusa en el puerto. –oie, Satoshi, ¿por quié tengo en mi casa el cadáver de uno de los tuios?- dijo con ese extraño acento cantarín de las lenguas de Europa del este -¿no pensarrás quie hemos sido nosotrros?- mi señor repasaba en ese momento el informe preliminar de las torturas que había sufrido el hombre asesinado –no, sería una tontería que hicieras eso ya que pondría en peligro nuestro pacto de colaboración en los puertos… y no te conviene que yo me eche atrás. Estoy seguro de que encontraras pronto al responsable - lo dijo con tranquilidad, sin atisbo de amenaza, pero el otro comprendió bien el mensaje: “demuéstrame tu inocencia”. –Clarro, eso pensaba hacerr- su voz trataba ser tranquila, casi informal, pero podía palparse claramente la furia que bullía bajo la superficie del ex agente de la Spetsnaz -¿y dices que hay un solo cuerpo?, Ivanovich- -correcto, sólo uno- mi señor mantuvo un instante de silencio, pues en el informe hablaba de dos desaparecidos, al cabo de un instante volvió a hablar –dime, ¿qué piensas del asesinato en Noche Azul?- -opino que ese bastarrdo se lo merrecía, pero habrá que tenerr cuidado, a lo mejor tenemos un nuevo jugador en el tablerro y esta es su prresentación- -entiendo, habrá que tener cuidado… ten un buen día Ivanovich- dijo alegremente mientras sus ojos me revelaban la indignación que realmente sentía.

Colgó y se mantuvo en silencio un tiempo, luego ordenó a uno de mis homólogos que redoblase la seguridadde forma rápida y discreta, luego habló a todos los presentes de la reunión, todos ellos trajeados salvo yo, ataviada un kimono negro de seda decorado con juncos y lotos plateados y con el cabello recogido por dos palillos formando una V sobre mi cabeza. La imagen del desaparecido apareció las pantallas de todos -el señor Yamato Koji es a partir de ahora un cadáver- todos asintieron al unísono y se mantuvieron con miradas interrogativas aguardando una explicación, mi señor repasó con la mirada a cada uno de sus lugartenientes y continuó -El señor Nicolai Ivanovich es un hombre con orgullo, si no ha sido él, no pasará por alto este ultraje- los presentes se miraron unos a otros, pero antes de que se iniciaran los comentarios mi señor prosiguió -lo cual no significa que vayamos a confiar ciegamente en su palabra. El grupo del señor Kisaragi Renji se hará cargo de investigar los hechos con suma discrección- el aludido, un hombre joven de rostro inocente que no podía ser más engañoso asintió con una leve inclinación de cabeza acompañada por una sonrisa, acto seguido se levantó la sesión. En menos de media hora toda la organización estaría al corriente de la situación del desaparecido, a ese pobre desdichado más le valdría morir que caer en nuestras manos.

En unos momentos quedé sola con mi señor, en silencio atravesamos la puerta oculta en la pared para llegar al despacho de mi señor, Satoshi Kenji, decorado al estilo tradicional japonés. Se sentó de rodillas sobre el cojín y apartó un poco los papeles que había sobre la baja mesa para encararse conmigo que me hallaba al otro lado, sentada de igual forma, me pasó las fotos realizadas por el comando que hallase el cuerpo. Las miré un momento, el cadáver estaba lleno de quemaduras, ya había leído el resto en el informe y sabía lo necesario, mi señor aguardó mi opinión: -el que ha hecho esto no es el mismo de Noche Azul, este- dije devolviéndole las fotografías –ha torturado brutalmente a su víctima hasta acabar con ella, es un animal. El otro en cambio es un asesino sutil y metódico que gusta de sentir cómo la vida escapa de sus víctimas, más que un profesional un artista- al decir estas palabras me sentí palidecer, adoptando mi piel el tono de la porcelana al tiempo que un escalofrío recorría mi cuerpo mientras se repetía en mi mente la secuencia del asesinato. No era miedo, era la sensación de ultraje y amenaza que tiene un tigre cuando percibe que otro ha entrado en su territorio.

Mi señor guardó silencio por un tiempo, concentrado en sus cavilaciones, esperé. Su expresión era firme, pero yo podía notar lo turbado que estaba realmente, al cabo de un tiempo me miró y dijo seriamente –no sé qué sería peor: que este asesino que parece capaz de rivalizar contigo haya decidido tomarse la justicia por su mano; o que haya sido contratado por alguno de nuestros rivales para eliminar la competencia (suspiró). De acuerdo, seguiremos tu plan-


Buen título para una muerte casi segura

(Por Alea, Poetisa Errante)



-“El genio del piano y sus más oscuros secretos”- pronunció con voz fuerte, molesta -“pese a las numerosas mafias que asolan nuestra ciudad, solo un hombre ha podido con un capo y tres de sus guardaespaldas, en la noche más importante para toda la población adinerada de Aeneas”-. Posó su mirada en mí durante unos segundos y luego me dio la espalda -“Justo en medio de la presentación del gran pianista Auro Sturlok en el vistoso local Noche Azul, se produjo el asesinato con más repercusión entre nuestros archienemigos mafiosos”-. Entonces alzó más la voz –“La pregunta es complicada ¿debemos dar un ¡Hurra! por esta muerte o debemos reclamar una vez más a los políticos en busca de una mayor seguridad en nuestras calles?. Un asesino anda suelto… ¿tendrá que ver esto con el músico? Muchas incógnitas y como siempre muy pocas respuestas para el ciudadano de a pié”-. Se giró y me miró con más furia aún mientras tiraba con todas sus fuerzas la revista sobre su escritorio impecable.
Me había engañado, había hecho que Kron me llamase e informase de otra reunión, pero era todo un plan para que fuera a deshora a “Le Antique Maison”. Carla me había acompañado entusiasmada esperando recibir algún regalo de bienvenida, pero apenas se abrió la puerta él requirió mi presencia en la habitación donde tenía su despacho, y a la pobre Carla le habían dado con la puerta en las narices.


-¿Puedes llegar a considerar al menos una mínima parte de lo que puede significar esto?- preguntó sentándose apaciblemente tras el escritorio, con la mirada fría y oscura. Me asusté –yo…-. Pero él me interrumpió rápidamente, como si supiese lo que yo pensaba decir, claro que era bastante evidente dado el gesto de mi rostro y el temblor de mis manos – Aparte de lo que “las numerosas mafias que asolan la ciudad”…- parafraseó de manera irónica -…puedan hacer contigo, cosa que de hecho no me importa en demasía y que tú te has buscado solita…- Se aclaró la voz -… Tú sabes que no tenemos trato con la policía, sabes de sobra que no existimos para ellos o que al menos nos ignoran lo suficiente para continuar aquí-. Se levantó y detuvo a mi lado para acariciarme el rostro con su dedo índice, la sensación me hizo estremecer y el sonrió satisfecho antes de continuar –Nunca me gustó tu trabajo… Pero Kron me dio su palabra de que… no nos pondrías en peligro. Yo confié en él… pero sabía que algún día podría pasar algo así. Solo te acepté por tu carita dulce y ese aspecto de inadaptada social que no te permitía más que unas líneas en la última página de la estúpida revistilla en la que trabajas. Has llegado lejos… tercera página…- Sonrió y se me acercó más. Su olor era dulce y acido a la vez, era tentador y terrorífico, era mortal como su aspecto de hombre clásico, de los que ya no se ven por ahí. –Te encuentras justo en el lugar perfecto… Ahora debes elegir si… subir de nivel o…bajar… hasta el sótano- Sentí que me asfixiaba, no solo por su cercanía sino por las últimas palabras. Todos decían que lo del sótano eran leyendas, lo creían cierto, pero la típica verdad de un pasado remoto y bárbaro. Aquí nos conformábamos con lo de siempre, no necesitábamos más, incluso aguantábamos un par de semanas sin pasar por “Le Antique Maison”, aunque siempre volvíamos un poco ansiosos por más.


Por las calles frías y con el sol a medio desaparecer entre unas nubes que presagiaban tormenta, caminaba cabizbaja aún temblando por dentro. A penas había publicado mi artículo, Mateo me había hecho llamar para comentarme sus “opiniones” sobre el asunto. El hecho de que caminara con tranquilidad, aunque tensa, indicaba cuál había sido mi respuesta… Para cualquier otro hubiera sido un honor, como lo fue en su momento para Kron, pero para mí no era más que una cuestión de vida o muerte. Por supuesto que había deseado eso…pero no de esta manera. -Ja…- suspiré con una media sonrisa, después de todo también estaba la mafia…cómo no se me había ocurrido. “Ya te está cegando el oportunismo querida Gabriela” me dije en silencio mientras ocultaba aún más mi rostro entre los pliegues de la bufanda negra y me encaminaba hacia la comisaría donde la mujer de eterna antipatía me había citado.


La Tapadera

(Por Kiaramant, Escribano Errante)



¿Quién es? Pregunté enérgicamente y en tono despreocupado, ¿Cristian? Preguntaron desde el exterior una voz que me resultaba familiar, sin dudarlo me acerqué a la puerta, al abrir, allí se encontraba él, ese con el que me unía más que una relación de trabajo, aquel para el que tantos trabajos secretos había realizado y al que salve la vida en una ocasión con mis investigaciones desarticulando una red que quería atentar contra su vida, muchos lo conocían como el juez inexpugnable, yo simplemente lo llamaba: “Frederick, Frederick Méndez”.

Pasa amigo, ¿a qué debo el honor de tu visita?

-No me andaré con rodeos así que iré al grano, necesito tu ayuda Cristian, una ayuda como la de los viejos tiempos. Para mi fuiste como un regalo caído del cielo, cuando me llamaste y me dijiste que estabas aquí

-Sabes que ya no soy lo que era, llevo una mala racha y no estoy en forma, este viejo sabueso ésta perdiendo su olfato.

-No me fastidies Cristian los dos sabemos que incluso gordo, viejo y con la nariz congestionada eres mejor que cualquiera de los policías de ésta ciudad.

Visto la insistencia que ponía y lo directo de la propuesta, supe que de algo gordo se trataba este viejo pero experto olfato casi nunca fallaba, si quería volver a la acción tenía que aprovechar ésta oportunidad, así que me dispuse a sacar la mayor tajada posible.

-Intentare serte de ayuda dime de qué se trata y después veremos si…

-Veras como bien sabes ya no soy Juez, debido al alto índice de criminalidad de la ciudad y sobre todo alto índice de corrupción entre políticos, policías, abogados, medios de comunicación; por ello decidí meterme de lleno en el problema y ocupar un puesto que me permitiese abrirme más puertas, por eso me hice concejal, toda una tapadera para poder seguir haciendo mi trabajo sin ser el centro de atención; como bien sabes en la fiesta del otro día la de Noche Azul se cometió un asesinato múltiple en el que murieron cuatro personas. Una de esas personas era ni más ni menos que el Capo Ruiz uno de los mayores contrabandistas de Aeneas lo pe…

-Perdona que te interrumpa Frederick, con respecto a lo del asesinato ya tienes a varios agentes trabajando en ello, no se para que me necesitas a mí.

-No me fio de nadie, como bien te dije antes, aquí no sabes quién es corrupto así que por favor no tengo mucho tiempo no me interrumpas y escucha toda la historia; como te iba diciendo lo peor es que ese tipo de fiestas son actos neutrales, las diversas mafias acuden a ellas para sus negocios oscuros y las rivalidades quedan apartadas por unas horas. Ayer por la mañana desaparecieron dos miembros de la Yakuza, a uno lo encontraron muerto y del otro todavía no se sabe nada.

-¿Cómo sabes todo eso? ¿Qué pretendes que yo haga?

-Se todo eso porque tengo algunos infiltrados en algunas de las mafias y lo que quiero que tú hagas es que averigües quien es el tío que se está cargando a toda ésta gente, por ahora sabemos que los crímenes en principio no tienen relación alguna por la forma de ser ejecutados, pero tenemos miedo que una nueva mafia entre en nuestra ciudad y sea peor que lo que ya tenemos.

-Bien antes de aceptar tu propuesta, hablemos de las condiciones; independientemente de que seas mi amigo es un trabajo peligroso y yo ahora no estoy muy bien económicamente.

-Eso no es un problema ahora mismo para mi, el ministro de economía está en mi organización y podemos poner tu salario como gastos de mobiliario público ¿Dime, cuanto quieres?

-Quiero cien de los grandes en la misma cuenta de siempre y un local en propiedad para poder montar mi propia agencia con las respectivas licencias de apertura como pago inicial y medio millón más al finalizar el trabajo.

-Trato hecho, mañana mismo tendrás el dinero y con respecto a lo del local dame solo un par de días, ahora amigo mío tengo que irme aunque hoy dormiré más tranquilo al saber que nuevamente trabajas para mí.


Aprovechando que tenía trabajo, fui con más entusiasmo a realizar esas compras que tanto necesitaba, ahora no tenía por qué ajustarme al presupuesto, así que decidí gastarme el dinero que todavía me quedaba en unas cuantas cosas. Aunque el cielo amenazaba tormenta y la temperatura era fría, todavía gracias a los pequeños claros entre las nubes el sol hacia acto de presencia. Pasaba por delante de un kiosco cuando algo me llamo poderosamente la atención, con el rabillo del ojo me dio tiempo a leer la portada de una revista llamada “Días de Oscuridad” en la parte superior izquierda salía la foto de Auro Sturlok bajo el titulo de: “El genio del piano y sus más oscuros secretos”, interesante pensé, compre la reviste y me senté en un banco a leer detenidamente el contendido de aquella publicación, en el artículo hablaba de las mafias y de la posible relación de las muertes de Noche Azul con el pianista, a pesar de que odiaba a los periodistas con todas mis ganas por una vez su trabajo servía de algo, aunque si esta información era cierta pobre muchacha, con una simple llamada de teléfono a mi jefe descubrí su dirección, puse rumbo a su casa y espere pacientemente hasta su llegada.


Sturlok entre rejas

(Por Maestra Errante)



Cuando llegue al lugar donde se encontraban Aladino y la chica de la eterna sonrisa inexplicable, me dispuse a hacerles el interrogatorio. Como ya eran casi las 5 de la tarde le dije a la chica:


-Mira vete a tu casa a dormir que tienes unas grandes ojeras, pero eso si mañana sin falta te quiero ver en la comisaria; estará un policía vigilándote por si te quieres dar a la fuga. Así que ni lo intentes.


A continuación me puse a hablar con el genio y empezar mi Interrogatorio, pero este de repente empezó a desvariar diciendo que quería que lo encarcelase porqué él era el asesino y tenía el arma del crimen, por unos segundos quede sorprendida no comprendía lo que me quería decir. Sturlok no paraba de repetir que él era el culpable que tenía que ir a la cárcel por el crimen cometido cuando al mismo tiempo de su bolsillo saco un cuchillo; yo no daba crédito a lo que veía por lo que enseguida llame a un compañero y le dije que me mandara a analizar el cuchillo lo antes posible, mientras este llevo el cuchillo a examinar yo me quedé con Sturlok haciéndole más preguntas, pero este seguía diciendo que había sido él, que no sabe lo que se le había pasado por la cabeza… Pensé que de que le valía culparse si no había hecho nada, por lo que lo mande a comisaría para que allí le sacaran las fotos y le tomaran los datos, para así enviarle a la celda correspondiente. Cuando llegase a comisaría y con más calma interrogaría más profundamente a Sturlok, no podía comprender como una personalidad como él se podía inculpar tan fácilmente salvo que alguna trama oscura hubiese por detrás.

A continuación me dirigí a mi casa a descansar un poco ya que mañana tenía el interrogatorio con la chica un poco revoltosa y también me esperaba un largo día por delante.


A la mañana siguiente me levanté, los párpados aún me pesaban y el cansancio reinaba en casi todos los rincones de mi cuerpo, me di una ducha para despejarme, la verdad que cuando terminé me sentía mucho mejor, los músculos estaban más relajados y mi mente más despierta, después de la ducha me sentía tan relajada, que no me di cuenta de la hora que era, los nervios se apoderaron de mí, me vestí todo lo rápido que pude aunque sabía que llegaría un poco tarde a comisaría (la verdad es que odio la impuntualidad); salí directamente para continuar con mi trabajo; llegué a comisaría y allí estaba la chica con aspecto cansado aunque como siempre o por lo menos las veces que la había visto siempre muy sonriente (no es extraño en ella), así que me acerqué y le dije: es tu turno y te recuerdo, no estoy de humor para mentiras ni bromas. Nos dirigimos a mi despacho, cerré la puerta y empecé a hacerle preguntas.


-¿Qué hacía en el lugar del crimen?
Pues... llegar tarde a una cita...

-¿Cita?... ¿con alguien en especial?
jajaja ¡No! con un amigo, Kron... Es que Auro Sturlok es de sus músicos favoritos ¿sabe? en fin, que me invitó seguro que para no estar solo por ahí...

-¿Y ese nerviosismo que tenia?.. Me lo explica.
¿Nerviosismo de quién?

-Si, cuando en el lugar del crimen revoleteaba de un lado para otro sin parar.
Ah... se refiere a mí. Pues como ya le comenté en ese momento cuando me atajó "revoloteando". Soy periodista, de la reconocida revista "días de oscuridad", puede llamar y comprobarlo... o también puede dejarme ir y aprovechar para comprársela en el quiosco más cercano... apenas unas cuantas monedas y me concederá un extra en mi sueldo, señorita Sil...Silv... Silvana.(intentando leer la identificación).

-La verdad que ahora mismo no me interesa leer revista, Bueno veo que es sincera así que no puedo perder más mí tiempo. Márchese y siga con su “gran” revista. Adiós
Vale. “Bueno”…que tenga un buen día. (Dijo con retintín antes de marcharse).


Tras hacer el paripé deje que aquella reporterucha se marchase a su casa no podía perder mucho tiempo con ella ya que tenía asuntos más importantes que resolver. Me dirigí a mi despacho para realizar unas llamadas de teléfono muy importantes.


Caramelo violeta

(Por Josué, Artista Errante)



La calle del pecado, menuda pocilga superpoblada de cucarachas, debería empezar a usar mascarilla para venir a este lugar, no querría por nada ser contaminado con su asquerosa repugnancia.

-Buenos días Señor Destripador ¿cómo está usted?
-Bien señ… Tío Grandinetti, bien.
-¿Está usted preparado para el día que tenemos entre manos? Como verá ya nos hemos encontrado con el primer problema de hoy. ¿Ve ese almacén ilegal del ejército en el edificio de enfrente? está cerrado.

-Yo solo veo una peluquería… tío.
- Bueno en ese caso ¿ve usted que está cerrada?
-Sí, eso es porque hoy es el día de las fuerzas armadas y no abre nada.
-Tendremos que poner remedio a eso.

Ambos llevamos las máscaras típicas de los ivanoviches, es decir enormes máscaras antigás que además de ocultar la cara al completo servía para que el arma clásica de esta banda no se vuelva contra ellos, se trata del “gas violeta” un poderoso gas venenoso con un gran efecto expansivo, que mata a sus víctimas en cuestión de segundos y cuya complicada fórmula está al servicio exclusivo de esa banda.
Tanto El Destripador como yo subimos en la parte de atrás de aquel coche robado; el conductor ya esperaba sentado con su máscara de gas.

¡En ese momento el conductor echa a andar el coche y gira violentamente el volante noventa grados a la izquierda pisando al máximo el acelerador en dirección a la peluquería!

Yo soy de los que piensan que es imprescindible hacer las cosas uno mismo para que salgan bien, eso explica que yo personalmente haga muchas de mis misiones, aunque también tengo que decir que lo hago porque lo adoro.

¡Debíamos ser rápidos!

-¡Marcha atrás! ¡Dale marcha atrás!

Los cristales del establecimiento ya habían volado por los aires alrededor del coche. Ahora la alarma empieza a formar un escándalo terrible, mientras tanto, el conductor aturdidísimo y torpe le da marcha atrás a nuestro ahora mediocoche. Debí suponer que usarían cristal blindado, no importa, la matricula aunque en el suelo, sigue visible.
Con un disparo certero El Destripador fulmina el mecanismo de la alarma; la verdad no sé que es peor, si el ruido de ésta, el del coche contra el cristal o el sonido del terrible disparo que su enorme Desert Eagle mejorada hace cada vez que El Destripador aprieta el gatillo.

-dispara a la puerta del servicio- digo señalándola.

¡PAM! otro disparo y un gran boquete, rápidamente y con una gran sonrisa invisible me acerco al susodicho “boquete” y miro a El Destripador mientras me agacho.

-Ivanovich que maltrecho, mira los que has hecho.

En ese momento tiro de la anilla del cilindro que acababa de sacar del bolsillo de mi traje y un gas violeta empieza a emanar de él. Lo meto dentro del agujero y saco otro del bolsillo, y luego otro y otro y otro más. Después de meter una buena carga de gas dentro de aquel “servicio” me alzo y grito con todas mis fuerzas:

- ¡теперь! - que en el idioma de la banda de Ivanovich significa ahora. De pronto del edificio del enfrente empiezan a salir una cantidad interminable de mis maravillosos hombres, todos ellos provistos de la máscara antigás. ¡Qué precioso! este tipo de cosas me llenan de emoción. A ver, no es solo la hermosura de contemplar a este ejercito de malhechores bailando con mi música lo que me conmueve, también llenan mis ojos de lágrimas ver como un plan en el que nadie en su sano juicio puede creer se empieza a ejecutar con la precisión de un reloj nuclear.

Lo que mis camarrrradazz están haciendo ahí dentro es desvalijar un almacén ilegal que el ejército de este adorable país tiene. No obstante lo que me interesa de esta “peluquería” no son las armas, aunque cogeré algún que otro petardillo, lo que realmente me a llevando hasta aquí son los exclusivos trajes de los soldados.

Y ahora pasaré a responder una de las preguntas que seguro te estás haciendo ¿Cómo es posible que los militares tengan un almacén ilegal, si bien pueden ellos hacer sus chanchullos en su propio territorio? Aeneas al ser la capital de la región más pecaminosa de todo el país es donde el ejército planea y ejecuta todos sus negocios de venta de armas. Como es lógico, esto se le oculta a los altos rangos que vienen inspeccionar, de ahí que sea oculto.

Con este golpe, no solo me acerco un paso más al plan de hoy, sino que destapo y arruino por un tiempo el ejército de Aeneas que aunque corrupto es eficaz cuando se lo propone.

Perfectamente puntual llegó la guagua con los colores del ejército encargada de transportar a mis hombres y al botín. Así que mientras el vehículo estaba siendo cargado ordené que le dieran de martillazos al motor del coche robado, de manera que no pudiera caminar más, así levantaría menos sospechas, nunca la Mafia de Ivanovich dejaría una evidencia así amenos que no quedara otra opción.

Subo a la guagua.

- ¿Vamos a pasar por la dulcería Tío Grandinetti? –Me pregunta el conductor.
- No, va a ser mejor que vayamos directamente al desfile.


Después del miércoles va el sábado

(Por Soñadora Errante)



Muchas personas odian la noche para trabajar, pero yo no soy una de ellas. La verdad, es que existen muchas razones para trabajar por la noche, no sólo que pagan bien a pesar de tener que soportar a ciertos elementos como Burn, sino que me permite disfrutar del silencio, del rocío de la madrugada, de la libertad... no es que por la mañana no se pueda, pero para no oír el bullicio tendría que levantarme a las cinco, y en fin… nunca he sido de madrugar.


La Caverna de Cristal me había permitido conocer a Marian. Es de esas personas que nunca creerías que trabaja en un lugar como la Caverna, porque parece que es tan buena que parece irreal, intentando que la gente nueva como yo se sienta a gusto y pueda aprender lo más rápido posible. Me preguntó que si ya tenía piso donde quedarme, me ofreció un precio razonable y acepté.

El piso no estaba cerca, pero era bastante acogedor, además estaba en el centro de la ciudad y eso compensaba bastante; tenía ciertos lujos que me hacían sospechar si en verdad Marian era camarera o se dedicaba a algo extra, no obstante, no quise darle mayor importancia. Mi habitación era amplia y luminosa, lo único que no concordaba en las vistas era el edificio de enfrente que tenía ventanas grandes tipo panorámicas, al fijarme más detenidamente vi que uno de los pisos tenía unas cortinas que dejaban entrever un destartalado piso del que pareciera que hubiera pasado un ciclón… - madre mía, seguramente un viejo gordo y sucio vive ahí-, de repente vi que una chica con aspecto gótico me miraba con aire desafiante desde la ventana y deslizó fuertemente las cortinas. Me estiré en la cama nerviosa y preocupada, no por la mirada de la gótica, sino por lo que había visto antes de llegar a la casa.

Mi turno se había acabado un poco antes - por fin una noche un poco más tranquila- me dije. Al parecer, últimamente había aumentado el trabajo a raíz de unos cadáveres que habían aparecido en el local de “Noche Azul”, el eterno rival de Burn. Cuando me lo dijeron deduje que era la zona acordonada que había visto pasar hacía unos días, antes de encontrar trabajo. Al salir de la Caverna de Cristal iba absorta pensando lo aparentemente bien que me estaban yendo las cosas; había conseguido trabajo, casa… con tal rapidez que ilusa de mí, pensaba que mi característica mala suerte había decidido abandonarme a mi destino, hasta que…
-qqjjjj…crack… mier…. ¡miércoles tenía que ser para romperse el tacón…!- me dije. Estaba casi llegando a la esquina, rompí el otro tacón casi sin esfuerzo, pues estaba a punto de soltarse para así evitar el incómodo desnivel al caminar y al incorporarme vi que dos hombres se acercaban; eran asiáticos. Al verlos salir casi que de la nada mi cuerpo se estremeció, nunca se sabe que pueden hacer dos hombres a una chica sola… en la madrugada… además no me daban buena espina ¿de dónde demonios habían salido?, sin embargo, noté que se fijaban en mis … ¡¿pechos?! Ah… no… seré estúpida…psss… llevaba la placa con mi apellido aún colgada, al ir de negro, las letras blancas, por muy pequeñas que fuesen resaltaban… pasaron de largo… y me senté en los escalones de un portal que quedaba un poco escondido, así podía ver como se alejaban los asiáticos, pues a pesar de todo, tenía un mal presentimiento y había notado que al verlos, mi cuerpo se había puesto rígido como si estuviera dispuesta a defenderme al menor atisbo de actividad. Me quité la placa y como hacía tanto frío, decidí entrar en el portal del edificio que sorprendentemente para mí, la puerta estaba abierta. No pensaba moverme de allí hasta que los dos hombres se hubieran ido, una de las enfermeras siempre me decía: “Laiaita querida, más vale prevenir que curar”, así que decidí seguir el consejo, de repente… vi cuatro hombres, enseguida me di cuenta de que algo y no bueno para ser exactos estaba sucediendo, mi corazón comenzó a latir fuertemente, pensaba que hasta ellos iban a oír mis latidos, ¡nunca me habían gustado los miércoles! En mi vida todo lo malo pasaba en miércoles, me pegué a la puerta y logré ver que tenían una indumentaria extraña, llevaban como ¿máscaras...? ¡uff! Eso me aceleró más el corazón, ¡se iba a salir…! me asusté aún más cuando me pareció que la silueta era de alguien conocido… ¡era Fabrizio!, me puse aún más nerviosa si cabía, pues sabía lo que ese hombre conllevaba, esperaba que no hubieran notado mi presencia, después de todo yo estaba tan negra como la noche… no quería asomar la cabeza, ¡no quería ver que iban a hacer! … intenté calmarme convenciéndome de que no me habían visto, pero me pudo el hecho de tener un as en la manga, -nunca se sabe- pensé, así que me asomé. Se movieron a la velocidad del rayo y en un abrir y cerrar de ojos, los asiáticos, Fabrizio y los otros tres hombres habían desaparecido.


Cuando llegó el sábado mis nervios ya se habían calmado un poco, por supuesto, no había contado nada a nadie de lo que había visto, pero miles de dudas me venían a la cabeza una y otra vez , acrecentando mi trastorno horario. No hacía más de dos horas que me había logrado dormir cuando me pareció oír unos disparos, me desperté sobresaltada y confundida por no saber si había sido real o había sido simplemente una de mis innumerables pesadillas.


veintisiete años antes

(Por Indomable Errante)



No lo hago por dinero. Lo cierto es que cada persona nace con un don, dos quizás. Algunas personas descubren su don, pero por alguna razón lo ignoran. No es mi caso, desde que halle el mío lo explote, fue evolucionando día a día, no fue fácil pero mi dedicación ha sido total.

Cientos de puntos rojos pintaban la blanca pared del salón. Sentado sobre el sillón un hombre con la cabeza gacha parece estar leyendo el periódico, pero un agujero en su cavidad ocular fruto de una preciosa Beretta de 9 mm impide su lectura, esta tieso.

Su hijo ha contemplado la escena, puedo oír su respiración, es pequeño quizás dos años mayor que mi hijo Auro, lo cierto es que me recuerda mucho a él. Algo extraño, el pequeño me mira con admiración a pesar de ser el causante de la muerte de su padre.

Su cabeza está muy cerca, si le disparo a bocajarro tardare semanas en limpiar mi chaqueta, no lo mataré, y no porque sea un crio eso me trae sin cuidado, si tiene que morir… muere, es lo que tardaría en limpiar mi chaqueta de franela lo que me echa atrás, aún así me gusta percibir su miedo y apretó mi beretta en su frente.

-¿Te gustan los caramelos Grandinetti?
El niño no llora, tampoco tiembla, únicamente me mira y asiente, al parecer si…si le gustan los caramelos.

El sonido de un disparo hace que me tire al suelo salvaguardando la vida del crio y evidentemente la mía. Alguien me ha disparado eso era algo normal, lo que ya no lo era tanto era haber sido pillado por sorpresa, la bala había traspasado mi chaqueta, o bien es un francotirador o el pistolero con más puntería que he conocido.

-Se te acabo el tiempo Steel, gritó de lejos

-¿Callaham?, contesté

Era la segunda opción, la del tío con más puntería que había conocido, como desee que fuera un francotirador…o varios. Callaham era poli, he matado a muchos polis pero este eras especial, era listo y me ponía nervioso, pero que me haya destrozado mi chaqueta… había superado con creces mis expectativas.
Conseguí salir, siempre lo hago, no antes de haberle dejado un regalito a nuestro impulsivo Cristian Callaham.

Llegue a mi hogar, mi mujer estaba haciendo la cena algo molesta pues estaba en estado y era ya su sexto mes, tenía fuertes dolores, pobre…
Auro estaba tocando en su piano, cada vez que lo hacía sentía una paz indescriptible, era muy pequeño y aun así capaz de tocar como un pianista experto. Tenía muchas cosas preparadas para él, no permitiría que su don se esfumase.

Alguien toca a la puerta, su rostro me es familiar, pero no consigo identificar quien es, tengo mi beretta preparada y abro lentamente.

-¿Quién eres?
-¡Déjate de juegos sabes quién soy!, estoy en la cárcel gracias a ti, mataste a cuatro hombres con el pretexto de que eran delincuentes y no me ha quedado otra opción que auto culparme, pero no estoy aquí por eso. Laia está en peligro y tú eres el único que me puedes sacar de aquí, odio tener que pedirte esto, pero no hay otra opción.


Respuestas Furtivas

(Por Viator, Mensajero Errante)



Mi señor conocía mis sentimientos con respecto al asesino de Noche Azul, por lo que me concedió permiso para hacer algunas averiguaciones, después de todo, era importante salir de dudas con respecto a este misterioso y mortífero desconocido.

Comencé por el inicio, la policía, prácticamente todas las mafias tenemos nuestros propios “agentes” en el cuerpo, cizaña entre el trigo. No es complicado por tanto sacar cualquier información de los casos, razón por la que los policías inteligentes procuran no dejar gran cosa dentro de comisaría ya que sus pruebas podrían “desaparecer” misteriosamente. Silvana parecía este tipo de persona inteligente, por eso en comisaría sólo habían registrados tres interrogatorios y una detención, ninguno de ellos fichado. Realmente con la detención era suficiente para empezar, pero decidí que era interesante saber cómo iba la investigación de la criminóloga, de la que ya conocía su vida: historial médico, datos personales, datos bancarios, historial académico, laboral, familiar, costumbres y un larguísimo etcétera, todo dispuesto en un completo informe del que mis compañeros me habían provisto diligentemente un par de horas después de conocer el nombre de la agente en cuestión.

La mayoría de nuestros comandos son expertos en Ninjutsu (arte de las sombras) además de la minuciosidad y dedicación que demostramos los japoneses en cada trabajo que hacemos, sin embargo, a la vista de su impresionante historial como investigadora, mi señor decidió que esta criminóloga merecía un trato especial, el de alguien capaz de entrar y salir sin perturbar siquiera el polvo, el mío.

No me resultó complicado entrar, los sistemas de defensa del lugar podrían catalogarse como precarios, aunque a la vista de su sueldo no era de extrañar, en esta ciudad el honor suele ser sinónimo de pobreza. Registré todo con minuciosidad y precisión, dejando intacta cada arruga de su deshecha cama y cada objeto de los cajones, finalmente obtuve lo que buscaba, leí rápidamente los informes para conocer los resultados que había obtenido hasta el momento para luego dejarlo todo tal como estaba y desaparecer.

Obviamente no salí por su edificio, tal fallo habría sido de novatos, salí por el que se encontraba al final de la calle, ya no llevaba la ropa negra ajustada, ni los guantes, ni el calzado especial, ni la máscara, ni la prenda de la cabeza que impide que pueda dejar caer un solo pelo, todo ello estaba repartido en el grueso y largo abrigo que protegía mi cuerpo del frío nocturno, pues debajo, las medias oscuras y el sugerente vestido corto de terciopelo negro con la asilla atada tras el cuello no ayudaban mucho contra él. Mis tacones sonaron delicadamente al descender el pequeño tramo de escaleras que me separaba del nivel de la calle, agarré bien el sombrero que protegía mi cabeza del frío además de ocultar el color de del cabello recogido por dentro en un moño, para que no se lo llevara la súbita ráfaga de viento, solté un gemidito de sorpresa. El conductor del coche había tocado la pita un par de veces, al verme sonrió -¡venga nena, nos esperan!- -lo siento, cariño ¿esperaste mucho?- le dije devolviéndole la sonrisa con coquetería, me subí al coche y nos marchamos como cualquier pareja que sale de fiesta.

Condujimos con cuidado de no ser seguidos hasta uno de nuestros cuarteles ocultos, donde aparentemente unos jóvenes habían montado una fiesta, subimos, saludamos a la gente que bailaba, me fui a la habitación a parte y llamé por teléfono, al oír la conocida voz al otro lado susurré el nombre del objetivo y colgué... Objetivo: Auro Sturlok.


Brisas del Mar, Piso 4º, Puerta D

(Por Kiaramant, Escribano Errante)



Poco a poco el atardecer se iba abriendo paso, los pocos rayos de sol que iluminaban la ciudad, entre los claros de un nublado día cada vez iban perdiendo más intensidad, la brisa de media tarde cada vez era más intensa y la temperatura descendía poco a poco haciendo presagiar que sería una noche gélida típica del invierno. Tras un largo caminar por fin llegué al lugar indicado, una simple llamada y un mensaje multimedia en mi teléfono móvil habían bastado para conocer la dirección y el aspecto de Gabriela; pobre muchacha pensé, que fácil le resultaría a la mafia encontrarla. El edificio era feo, aquellas ventanas panorámicas perjudicaban aun más su deteriorado aspecto, que visión más irreal tenía ante mí, todos los edificios cercanos eran nuevos ó su aspecto estaba bastante bien cuidado, sin duda el “Edf. Brisas del Mar” era la flor marchita de un hermoso jardín.

No me costó mucho entrar en el portal, con tocar un portero y decir publicidad me fue suficiente, cogí el ascensor para subir hasta el cuarto piso, una vez me encontraba allí la puerta D era mi objetivo; toque en las cuatro viviendas con la intención de hacerme pasar por un vendedor de seguros para averiguar si alguien se encontraba en sus casas en aquel momento, o si por el contrario Gabriela no se encontraba en casa, no se abrió ninguna. Con toda la tranquilidad del mundo saque mi ganzúa y me dispuse a abrir la puerta, no pude retener la carcajada ni tan siquiera había echado el cerrojo. Al entrar quedé sorprendido solo pude exclamar en voz alta ¡¡¡menudo desorden!!!, como pude me abrí paso hasta la habitación, tenía que estar en un lugar oculto, alejado del recibidor, fuera del alcance de la vista, me senté en la cama a esperar plácidamente.

Eran las 20:47 cuando por fin se abrió la puerta, se abrió de un portazo, saque la pistola y la placa, cuando la muchacha llego a la habitación y alzo la mirada el color de su piel empalideció soltó de golpe el bolso y las llaves, que con aplomo cayeron al suelo.

-Tranquila Gabriela estoy de tu lado, no voy a hacerte daño –al tiempo que guardaba la pistola para ganarme la confianza de la muchacha. Su piel fue recuperando el color poco a poco y una enorme sonrisa se dibujo en su rostro, las piernas le temblaban e inexplicablemente la muchacha comenzó a reírse a carcajadas al tiempo que bajaba los brazos.

-Ok tío, entras en mi casa, te metes en mi habitación y luego me dices que esté tranquila ¿te apetece un té?-

-Perdón por el allanamiento, pero era la única manera de poder hablar contigo en un lugar seguro… más después de lo que has escrito.-

-Jeje bueno yo no describiría está pocilga como un lugar seguro.-

-Si me lo permites vengo a salvarte de los malos y a sacarte de está pocilga. Por cierto mi nombre es Cristian Callahan.-

-¿Y cómo piensas salvarme de los “malos”?-

-Pues en primer lugar, pienso ofrecerte un cambio de identidad y un trabajo donde ganaras mucho más dinero.-

Mientras se daba la vuelta decía -¡¡¡no no no!!! Yo estoy muy contenta con mi identidad, tranquilo… - abría la puerta –buenas tardes ya se puede ir-

-Se ha parado a pensar lo fácil que ha sido para mí encontrarla sin tener todos los recursos que tiene la mafia.-

El rostro de la muchacha cambio su cara de circunstancia era un poco cómica, de una fuerte patada nuevamente la puerta se cerró, girándose nuevamente hacia mí y mirándome con cara de resignación pregunto:

-¿Qué era lo que me estaba ofreciendo?-

- Como le decía le ofrezco un trabajo mucho mejor que el que tiene ahora mismo y un cambio de identidad para evitar ser encontrada por aquellos que vendrán a por usted-

- Según la ley del buen periodista, éste siempre deberá acarrear con las consecuencias de sus actos y en este caso de sus palabras, así que… primero, no cambiare mi identidad. Segundo, no dejare de escribir en el periódico. Y tercero, ¿De cuánto dinero estaríamos hablando?-

- Veinticinco de los grandes- en sus ojos se dibujo el símbolo del dólar, estaba asombrada ante tal oferta, por unos segundos parecía no estar en la conversación, seguro estaría imaginando la cantidad de cosas que podría comprar con tanto dinero pensé.

–Me pensare su oferta… ¿Me dijo si quería un té?-

-Gracias no me apetece, la verdad es que es una decisión muy difícil cuando gana veinticinco veces menos de lo que yo le ofrezco.-

-Es que soy una chica simple, de pocos gastos y una vida bastante humilde.-

-Bueno…-

-De todas maneras ya tengo donde quedarme ya que es obvio que todo el mundo puede entrar en mi pequeño vertedero personal cuando le da la gana.-

-¿Y dónde se va a quedar?-

-En casa de mis abuelos, a las afueras de la ciudad.-

-Bien ya que no quiere mi protección ha sido un placer conocerla, por cierto si le da tiempo a ver a sus abuelos dese por afortunada.-

-Si yo no le he dicho que no, me parece bien el que me pague por cuidarme… aún así me niego a perder mi identidad de esta manera ¿De verdad que no quiere un té?-

-No gracias no me apetece, le guste o no el cambio de identidad es necesario, tampoco será algo permanente ya que ni tan siquiera sabe en qué consiste el trabajo que le ofrezco.-

-¿Ahh es que había que trabajar? ¿Y de que se trata?-

-Bueno pues trabajaría para mí en la agencia de investigación privada que estoy montando.-

-Ahh interesante, ¿ves? ya estamos hablando de otra cosa más divertida.-

-Por eso necesito que cambie su identidad y lógicamente su apariencia.-

-¡Ah no, por ahí no paso!- (frunciendo el seño) –si desea que trabaje para usted, bien, puedo hacerlo… Estoy perfectamente capacitada para ese tipo de trabajo ya que en mi profesión se tira mucho de la investigación. Pero lo que no haré será cambiar mi aspecto, ¡Bastante me ha costado conseguir este look decadente y escalofriante para que usted me diga, en mi propia casa, que lo deje todo! ¿se ha puesto a pensar cuánto dinero he invertido en medias de maya? ¿en rímel? ¡Bah!-

-¿Y se ha parado usted a pensar… de qué sirve cambiar de nombre cuando su aspecto sigue siendo el mismo? Ahora, con respecto a lo de la investigación, tendrá cierta experiencia por su trabajo, pero esto no es un juego… tendrá que aprender a utilizar una pistola, perseguir a criminales y creo que con lo que le voy a pagar de entrada, está más que sufragado el dinero que usted ha invertido en medias y rímel- como ofendida por este último comentario y en un tono más apagado como decepcionada pregunto:

-Ah ¿pero es que también piensa cambiarme el nombre?-

-¿Qué parte de “cambio de identidad” no entendió? Y no, gracias no quiero un té- adelantándome a una posible pregunta que pudiese quitar intensidad a la conversación.

-¿Le parece que me lo piense y cuando tome una decisión le avise? Si me deja un número de teléfono donde pueda contactarle…-

-No se preocupe, por mi experiencia sé que no tendrá mucho tiempo para pensar, tenga en cuenta que la mafia tiene incluso infiltrados en la policía, así que a ellos no les costará mucho tiempo encontrarla incluso, aunque se vaya a casa de sus abuelos. Si de verdad aprecia su vida, tristemente no le queda otra decisión-

-Cuando tome una decisión, le avisaré. No se preocupe por mí. Y ahora… Hasta luego- al tiempo que abría por segunda vez la puerta y me invitaba a salir con la mirada.

-Le dejo una tarjeta por si necesita llamarme, ha sido un placer conocerla.-

-Lo sé- dijo mientras cierra de un portazo.

Bajando por el ascensor me pare a pensar en todo lo acontecido en aquel piso y llegue a la conclusión de que aquella muchacha loca no sabía lo que estaba haciendo, decidí que lo mejor para ella y para mi es que vigilase la entrada o si se disponía a salir lo mejor era seguirla ya que no creo que ella tuviese ninguna oportunidad de defenderse. Me senté en mi viejo descapotable y monte guardia cerca de la entrada. Pasado un rato, vi salir desesperada a Gabriela con una maleta, se subió en el que creo que era su coche y se marcho, arranque mi coche y me dispuse a seguirla.


Buenas brazadas para morir en la orilla

(Por Alea, Poetisa Errante)



Estaba agotada, alrededor de las cuatro de la mañana había recibido la llamada de Kron y una hora más tarde me había presentado a lo que se convertiría en mi juicio final, en el que se me daría a decidir entre la “cadena perpetua” o la “inyección letal”. Aeneas no era uno de los muchos estados que apoyaban la pena de muerte, pero empezaba a pensar que “Le Antique Maison” sí.


Ya eran las siete cuando me dirigí pesadamente y aún nerviosa a la comisaría, donde tendría que esperar lo menos hora y media hasta que la señorita mandona me hiciese un par de preguntas a mi parecer más por protocolo que por verdadero interés… ¿o quizá había un poco de curiosidad de vecina en sus preguntas? Pude estarme riendo de tal pensamiento durante casi todo el trayecto hasta mi desastroso piso céntrico, frente al cual estuve un buen rato buscando las llaves que se habían extraviado dentro de mi bolso “para días normales”… Qué mala elección había hecho aquella mañana, tenía que haber salido con la mochila-ataúd que bien podría haber calzado con el día que llevaba… si incluso era mortal despertarme antes de las cuatro de la tarde…


El silencio de mi pequeño escondite me hizo suspirar, el calor invadió mi cuerpo y pensé que sería una buena idea escaquearme de la revista ya que la tarde anterior les había proporcionado el mayor logro de mi vida como periodista. Mi mente viajó un poco más mientras cruzaba el salón en dirección a la habitación, soñando con un buen bote de cotufas, una tableta de chocolate y una coca cola light colocadas sobre la cama, estratégicamente a mi alrededor, cerca de la pila de libros que deseaba tanto empezar a leer. Parecía que mi tarde idealizada cambiaría el curso de tragedias de mi día hasta que al enfocar la vista, ida por la ensoñación, me di cuenta que había un hombre desconocido ahí, en medio de la habitación, apuntándome con una pistola “¡La mafia!” pensé dejando caer el bolso y las llaves para subir las manos como si de un atraco se tratase. Entonces vi como en su otra mano mantenía en alto la placa de policía.


La sangre volvió a mi cabeza y con el corazón saliéndoseme por la boca empecé a reír descontroladamente, tanto que hasta las piernas me temblaban, aunque quizá eso fuese por el susto. Necesitaba beber algo. Mientras luchaba contra mi súbito acceso de risa el hombre empezó a decir no sé qué de mi lado y algo parecido a… ¿tranquila? Por Dios, cuánta sed tenía y qué deseos absurdos de que gritase “¡Estas arrestada!” tan solo para salir del escenario surrealista e incluso irónico en el que me acababa de meter… ¡hasta la policía me buscaba!


En ese momento lo supe… Un té, eso necesitaba. Algo liquido, caliente y relajante, que aminorase mis latidos y calmase mis nervios.


Respondí algo poco meditado que al segundo olvidé, y que dio paso a una batalla campal, tensa y perturbadoramente real de preguntas y respuestas, invitaciones, decisiones, desconcierto… dolor. No hay nada más doloroso que el que te tiren las verdades a la cara. Cuando cerré la puerta de una patada tras despedirme de aquel hombre… “Cristian Callahan”, por primera vez en todo el día me di cuenta de lo que pasaba, el trago más agrio estaba justo pasando por la zona de la garganta en la que descubres que si no aguantas la respiración lo vomitarás.


Rabiosa por el miedo tiré de las cortinas hasta que la casa quedó por completo en la penumbra, y arrastrando los pies llegué hasta la cama, donde me derrumbé entre espasmos. Tenía que haberme quedado en casa de mis abuelos, allá en la lejana Inglaterra. Suspiré y mi mente hizo un recuento de mi vida: de niña jugando con las ovejas, de adolescente descubriendo el maravilloso mundo goth, de joven suplicando a mis abuelos que me dejasen viajar a otro país para estudiar en la mejor universidad de periodismo. Mis abuelos… aquellos ancianos demasiado arraigados en su trozo de tierra que me daban risa cuando gruñendo preguntaban “¿Cómo vas a entender a la gente que vive en un lugar con un nombre tan raro?”.


Había mentido a Callahan, pero él tenía razón, debía marcharme. Miré de un lado a otro, todo puesto de cualquier manera en cualquier sitio. Me levanté y removí en el armario hasta entrever el asa de la maleta, tiré de ella y la ropa cayó en peso sobre mí… ahora sería más fácil guardarla… al menos lo imprescindible, lo importante. A dónde iría era lo que más me angustiaba, todo lo que se me ocurría parecía poco seguro: en los hoteles mi cabeza ideaba formas brutales de morir, también en las pensiones, e incluso en casa de mis amigos mi mente cargaba contra todos haciéndome imaginar las peores desgracias para ellos.


Pensé en él, y como autómata terminé de recoger algunos libros. Él podría protegerme, él sabía cómo hacerlo y de todas maneras ya me tenía un ojo encima, sentía cómo me seguía la sombra de su atención desde mi publicación. Además yo había elegido. Suspiré con fuerza y cerré la puerta tras de mí, dejando el piso más desordenado aún, dejando mucho, quizá demasiado.


Conduje atenta a la guitarra eléctrica que chirriaba en mis oídos a un volumen exagerado, y a los gritos desesperantes que en el coro recitaban la frase que se hizo mi lema y cuya canción se hizo mi himno “No quiero ser ignorado”. La velocidad del coche fue al ritmo de la música y solo necesité repetirla dos veces más para llegar a “Le Antique Maison”. Apenas llevaba recorrido medio jardín cuando la puerta se abrió, dejándome el paso libre, evitándome la situación incómoda de tocar para pedir asilo.


Una chica joven, asistenta de la casa supuse al no reconocerla, se ofreció para cargar mi maleta y se la di sin saber que iría directa al patio tras la cocina, la tiraría en una especie de fuente de piedra gigante y le prendería fuego sin más. Grité al darme cuenta del acto irracional de la muchacha y me abalancé sobre un joven que me impedía el paso al patio -¡¿Pero qué haces?! ¡¿Qué has hecho?!- gruñía una y otra vez, aliviada en mi interior de haberme cambiado los zapatos por las botas, que al ser hasta las rodillas hacían demasiado bulto en la maleta. Me giré y entrando a la cocina estaba Mateo, con su porte de señor, con su olor demencial y su estilo único -¡¿Qué tiene todo el mundo en contra de mis medias de rejilla y mi rímel?!- Pregunté retóricamente mientras miraba desesperada a Mateo, quien se acercaba lentamente a mí, con la mirada fija en mis ojos, con su media sonrisa escalofriante –Ha llegado tu turno Gabriela- dijo desviando por un segundo la mirada hacia el fondo, donde ardían irremediablemente mis posesiones más preciadas.


Supe que era mi fin justo cuando sus fríos labios rozaron mi mejilla en un beso de despedida.